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Robert Markens habla sobre la muerte y la Cueva del Diablo

+ Descendientes de la etnia zapoteca acuden a la Cueva del Diablo, un portal del inframundo para las culturas prehispánicas, para comunicarse espiritualmente con sus muertos, refiere Robert Markens en entrevista.

Oaxaca de Juárez, Oax.- Como hace mil años, descendientes de la etnia zapoteca acuden a la Cueva del Diablo, un portal del inframundo para las culturas prehispánicas, para comunicarse espiritualmente con sus muertos y al considerarlos intermediarios entre lo terreno y lo divino, les piden lluvias, salud, consejos, favores o acabar con sus enemigos.

Así lo señaló en entrevista el doctor Robert Markens, autor de “Muerte y vida entre los zapotecos de Monte Albán” e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, sede Oaxaca, para quien, si bien se conserva esa tradición ancestral, está mezclada con mitos, creencias y el cristianismo.

El arqueólogo canadiense, quien vive en Oaxaca desde hace 25 años, habló de la fama de la Cueva del Diablo, a partir de mil años después de Cristo, en el Postclásico, de acuerdo con los restos arqueológicos localizados: trastes en miniatura y navajas de obsidiana, entre otros. “Ofrendaron su propia sangre a sus antepasados. Como peticionarios ofrecieron lo más importante”.

Cueva del Diablo, Mitla | Foto: Facebook

La Cueva del Diablo, llegó a ser una meca de peregrinación y así se ha mantenido. Es muy concurrida. Forma parte de Mitla (está a cuatro kilómetros), el complejo de los muertos, esos seres esenciales en la vida de los vivos. Ellos, son intermediarios entre lo sobrenatural y nosotros, los vivos. Mitla de Mictlan del inframundo. Su nombre original en zapoteco es Liooba.

“Ir a la cueva es entrar en contacto con lo sagrado. Vivimos en un mundo profano y al ir ahí, es llegar a un mundo de poderes distintos, fuertes; es acercarse a la divinidad, a través del contacto con las almas. Si no respetamos a ese dios o a los ancestros sus espíritus, nos van a castigar. Nos van a regalar entonces la muerte”, dijo.

Se entra como en una iglesia, no simplemente se entra caminado. Hay ritos a obedecer para acercarnos a lo todo poderoso. En la iglesia los hombres se quitan el sombrero, hay que arrodillarse, tomar un poco de agua bendita, es todo un proceso que nos prepara para entrar en este mundo sagrado donde entramos en contacto con esa fuente de poderes del más allá.

También son castigadores, pueden negar la lluvia. No mandamos a dios que haga lo que queremos. Él tiene su propia voluntad y puede negar nuestras peticiones al igual que los ancestros, está fuera de nuestro control completamente, así son los dioses, pueden castigar. No todas las peticiones en la cueva del diablo son exitosas.

¿De qué Dios hablamos? En los pueblos todavía hablan de Cocijo, el señor del rayo o dios de la lluvia, uno de los más importantes del panteón zapoteco y en la mayor parte de los pueblos mesoamericanos. En Teotitlán del Valle, me contaron de un señor que cuando era niño, iba con su padre al campo a pastorear los borregos y encima, en el cielo, se veían las nubles y al niño le dieron temor porque iba a caer un rayo. Su padre le dijo, no se preocupe hijo, viene Cocijo con su rayo y va a espantar a la serpiente de agua.

La sobrevivencia de las tradiciones de Día de Muertos

Lo importante es la sobrevivencia de estas tradiciones. Cuando una persona se muere, dicen, su alma pasa por túneles subterráneos desde su pueblo, hasta Mitla. Y ahí entran a la Cueva del Diablo, al gran portal del inframundo y por eso los vivos vienen de lejos para peticionar a sus muertos, agregó el doctor especializado en la arqueología de Oaxaca y Mesoamérica.

Panteón de Santa María Atzompa | Agencia Fotoes

Cuando los españoles construyeron iglesias sobre los adoratorios prehispánicos e impusieron el festejo de los fieles difuntos, comentó, la comunicación de los zapotecas con sus muertos, no fue destruida, pero los ritos fueron cambiados de manera brusca. Antes enterraban a sus muertos en tumbas familiares construidas debajo de sus casas.

“Eran como casas miniaturas cerradas y se abrían con una muerte nueva. Enterraron generación tras generación a madres, padres, la familia. Y arriba de la cripta estaba el santuario para ofrendarles y hablarles, enojarse. Entonces era una interacción diaria. Supongo que los vivos hacían peticiones constantes y dejaban ofrendas en la casa para los espíritus de sus difuntos, a quienes pedían por la fertilidad, la buena cosecha o la defensa ante enfermedades. La relación espacial y afectiva entre vivos y difuntos era más estrecha que hoy”

Los españoles rompieron la comunicación cercana entre vivos y muertos zapotecas

Los españoles llegaron, conquistaron, evangelizaron y una de sus prácticas o cambios más fuertes fue crear los panteones o campo santos, entonces los cristianos fueron enterrados en estos espacios, ya no en la casa; rompieron esa comunicación cotidiana con sus antepasados, agregó.

“Y se comprimió la costumbre de convivir con los muertos diariamente, en una fiesta de todos santos, dos días de la semana. Rompieron este vínculo tan fuerte, tan cotidiano entre los vivos y los muertos. Eso es probablemente el cambio más fuerte, la comunicación con los muertos”.

En cuanto a la ofrenda de comidas, “esto es una particularidad de muertos en Oaxaca. No les damos cualquier cosa. Estamos nutriendo a sus almas. En la Cueva del Diablo y en otras, hay un sistema de petición y cargo. Dan gracias por la cosecha, porque antes se hacía en la época de la siembra y de lluvias. Llegada la lluvia y las cosechas, les damos, estamos nutriendo a sus almas”.

Esa manera de pensar se conserva por la oralidad, de abuelos a los hijos y nietos. Sin embargo, dice el investigador, cada vez hay menos interés por conservarlas. La juventud dice que es basura, están encandilados por las luces de la ciudad, porque están más impactados por el internet, YouTube y todo eso. Estamos acabando con todo a través de la globalización.

Es muy impactante, dijo y citó un cortometraje de la ciudad de Oaxaca en 1939, que le hizo ver cómo ha cambiado. “Ahora todo lo que conozco de Macuilxochitl y otros pueblos, mi esposa es de San Pablo Huitzo, los veo con sus gorras de béisbol. Veo cómo estamos acabando con la cultura por las tradiciones por esa globalización.
Cuando llegue a Oaxaca en 1995, no era mi primera vez. Mi primera visita fue en 1967 cuando tenía 13 años, vine con mis padres y noto los cambios”.

Estamos viviendo los albores de un gran cambio, por ejemplo, cuando viví en Macuilxochitl, en los años 90 para mi trabajo de campo, todos de mi generación hablaban zapoteco. Ahora los hijos de mis compañeros y sus nietos ya no lo hablan y con eso va a desaparecer todo, porque el idioma es el resguardo de la cultura. Sin embargo, podemos fortalecer la cultura con la fracción pequeña que en cada pueblo se interese naturalmente por esta tradición, pero decirles “es tan importante”, pues son oídos sordos. Además, hay que tomar en cuenta que la economía rige la manera como vivimos, “marchamos de acuerdo con ella”.

En este sentido reflexionó sobre el festejo de Día de Muertos que, para él, es toda una escenificación y un cambio brusco de lo que eran tradiciones naturales inconscientes, pero se ha concientizado tanto esta fiesta para complacer al turista nacional e internacional que llega a ser otra cosa, que para mí resulta muy aburrido”.

También citó que justo frente a la Cueva del Diablo, donde se realizan ceremonias más genuinas, se abrió la nueva carretera rumbo al Istmo. “Ello molesta y es una intrusión por parte del estado en un espacio sagrado desde hace mínimo mil años”.

Ernestina Gaitán Cruz

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Reportera, articulista y free lance en La Jornada, Notimex, El Nacional, El Día Latinoamericano, Revistas FEM y Mira; Noticias de Oaxaca y Tiempo de Oaxaca. También llegó a colaborar en los Gobiernos de Guerrero y de Oaxaca.

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