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Roberto Fuentes Vivar Portada Ok

Las razones de los intelectuales mexicanos

Diario Ejecutivo

Imaginemos el tres de agosto de 1509, hace ya más de 500 años, cuando no se hablaba de inteligencia artificial ni de conceptos como mentefactura, en la plaza Maubert de París era quemado vivo Eugene Dolet, considerado como la primera víctima de la Inquisición. El impresor, traductor y escritor, gritaba (haciendo un juego de palabras con la palabra de su apellido parecida a dolor en francés): “No se duele por sí, por la razón duele”.

Pocos años más tarde, en 1540 Nicolás Copérnico comenzaba a sostener que la Tierra no es el centro del Universo, ni era inmóvil, por lo que se enfrentó a las ideas del Santo Oficio y años más tarde su obra era prohibida -ya aún después de la muerte el científico- en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum hasta que fuera “corregida” y se prohibía a otro astrónomo, Galileo (1564-1642), “sostener” y “defender” la teoría heliocéntrica.

Algunos años después imaginemos a Francisco de Goya y Lucientes, regordete y amante de algunas mujeres de la Corte española a las que pintó, a principios de 1800, perseguido por la Inquisición por sus Caprichos y sus Disparates, gritando una frase que aún hoy suena para meditarse: “El sueño de la razón produce monstruos”.

Imaginemos también a Enmanuel Kant, cuando escribió su crítica de la Razón Pura y años después (ya muerto Kant en 1804) Pío VIII, antes de llegar a papa católico, como prefecto de la Congregación del Índice prohibió bajo amenaza de excomunión la lectura de esa obra, según un decreto del 8 de julio de 1827.

También por qué no imaginar al barbudo Carlos Marx en la década final del siglo XIX, esgrimiendo una sus sarcásticas frases: “La razón siempre ha existido, pero no siempre en una forma razonable”.

Ninguno de ellos (Dolet, Copérnico, Goya, Kant o Marx) se consideraron intelectuales en su momento, porque el término no se había acuñado. Se estima que, en lengua francesa, el sustantivo “intellectuel” apareció por primera vez, bajo la pluma de Saint-Simon, hacia 1820. Pero la historia del concepto sólo empieza de verdad en los últimos años del siglo XIX.

Y uno de los episodios en donde comenzó a utilizar con mayor ahínco el termino intelectual, fue cuando Emile Zola, publicó su conocido manifiesto “Yo Acuso” el 13 de enero de 1898 para defender al capitán Alfred Dreyfus y sostener que el presidente francés de ese momento cometía una injustica contra el militar por ser judío y supuestamente ser espía, cuando las pruebas apuntaban a otro elemento de la milicia de alto rango.

Al “Yo Acuso” de Zola se sumaron en años y décadas siguientes intelectuales com0 Anatole France, Georges Courteline, Octave Mirbeau o Claude Monet, Charles Péguy, Lugné-Poe, Victor Bérard, Lucien Herr y Marcel Proust. Finalmente se lograron mil 482 firmas de escritores, periodistas, científicos, académicos. Y se les comenzó a llamar intelectuales en su conjunto.

Aquí, mientras tanto, Porfirio Díaz llamaba “científicos” a los intelectuales que apoyaban a su gobierno y que lo mismo eran administradores que juristas o políticos como Manuel Romero Rubio, José Ives Limantour, Justo Sierra o Emilio Rabasa.

Los Científicos en el Porfiriato | © Archivo Histórico/UNAM

Todo lo anterior viene a cuenta porque la semana pasada dos grupos de “intelectuales” firmaron sendos desplegados: uno en favor de Xóchitl Gálvez y otro en apoyo de Claudia Sheinbaum. En ambos se ha utilizado la palabra “intelectuales” para describir a los “abajo firmantes”.

Uno comienza: “Los que firmamos este manifiesto tenemos diferentes puntos de vista políticos e ideológicos. Hemos decidido manifestarnos públicamente debido a que el gobierno de López Obrador y su partido pretenden extender la deriva autoritaria durante el próximo sexenio, lo que significa una grave amenaza para la democracia. Ello implica la continuidad de la corrupción política y una creciente inseguridad que ha dejado buena parte del país a merced del crimen organizado. Se agrega la amenazante militarización del territorio, que se ha convertido en parte del problema y no de la solución. Vivimos en una coyuntura muy peligrosa. Las elecciones del próximo junio serán una confrontación entre el autoritarismo y la democracia. Creemos que la opción democrática está representada por Xóchitl Gálvez. Nuestro llamado a votar por ella responde a la enorme urgencia de defender la democracia amenazada”.

El otro, denominado “Por una democracia para todas y todos” inicia: “La transformación de la vida pública nacional que vivimos es producto de un movimiento profundo, amplio, plural que surge de las luchas por la democracia y la justicia en México. En ella coincidimos ciudadanas y ciudadanos de una sociedad plural, que encuentra en la candidatura de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo y en su programa de gobierno, las mejores propuestas para consolidar un país más justo y próspero”.

El primero lo firmaron 250 intelectuales. Es polémico porque a menos de 24 horas de haberse  difundido por lo menos una persona, la gran Ofelia Medina, dijo que incluyeron su nombre sin autorización.

El segundo fue firmado por alrededor de 900 personas  y al segundo día la cifra había subido a mil 700 personas (mil 701 porque me incluyo abiertamente y públicamente).

Esto significa por lo menos cualitativamente que son más los intelectuales que están en favor de la Cuarta Trasformación,  mientras que los opositores demuestran ser una minoría, por lo menos en el sector de los artistas, científicos y académicos, para no llamarles intelectuales.

No vale la pena mencionar nombres porque tengo amigos entre los abajo firmantes de los dos documentos, aunque ideológicamente coincido más con los que apoyaron a Claudia Sheinbaum. Los primeros me han rechazado en muchas ocasiones por ser un grupo muy reducido, casi una secta dirigida por capos, como ellos mismos definieron a sus líderes, aunque he ganado algunos premios literarios no manejados por ellos. Los segundos también me han rehuido, pero me respetan. Por eso puedo hablar de manera independiente.

Pero quizá lo más importante fueron las reacciones. Cuando Héctor Aguilar Camín fue entrevistado por Sin Embargo para ampliar el sentido de su participación en el desplegado en apoyo a Xóchitl Gálvez, dijo -palabras más palabras menos- que extrañaban los “apapachos” de los gobiernos anteriores y así lo expuso incluso el presidente Andrés Manuel López Obrador mostrando una carta en la que el autor de La Guerra de Galio le pedía a Carlos Salinas de Gortari un “apapacho” de varios cientos de millones de pesos.

Y que tiene que ver este episodio con los primeros párrafos en los que describo los ataques de la inquisición a quienes ahora serían llamados intelectuales, pues nada menos en que los apapachos están poco relacionados con frases como: “No se duele por sí, por la razón duele”, con libros como “La crítica de la Razón Pura”, aunque quizá sí estén relacionados con los apapachos con la sentencia marxista de  “La razón siempre ha existido, pero no siempre en una forma razonable”. Y más quizá con el lema de Goya “El sueño de la razón produce monstruos”, porque dentro de las hordas de intelectuales apapachados por los gobiernos neoliberales se crearon monstruos que soñaron tener la razón.

Dice el filósofo del metro: la razón de la sinrazón produce monstruos que firman desplegados para pedir apapachos.

Roberto Fuentes Vivar

Columnista y periodista fundador del UnoMásUno y la Jornada. Estudió Periodismo en la reconocida escuela Carlos Septién García y cursó la Licenciatura en Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente es periodista independiente, conocido como “El Filósofo del Metro”.

Colaborador desde el 6 de marzo de 2022.

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