CRÓNICAS DE LA ÍNSULA
El 7 de noviembre de 1907 el conductor de la máquina 501, Jesús García Corona, luchó por sacar del pueblo de Nacozari, Sonora, su locomotora con una carga de cuatro toneladas de dinamita, que habría puesto en peligro de muerte a la población.
Lo logró pero a costa de su vida. El tren explotó. Su acto heroico impactó a todo el gremio de manera que para conmemorarlo adoptaron esa fecha como el día del ferrocarrilero, y por decreto desde 1944.
El festejo continúa aunque sólo quedan jubilados, de los que alcanzaron esa jubilación antes que la empresa fuera malbaratada a firmas ferroviarias de EU, por la ridícula cantidad de mil 400 millones de dólares (tasa de cambio de 1997).
Cantidad absurda si una empresa de menor tamaño como es Eólica del Sur habrá de invertir para su instalación en el Istmo 14 mil millones de pesos, casi lo mismo pero al más alto tipo de cambio actual del dólar.
A nuestra clase política no le importa ni la riqueza nacional, ni el bienestar de los mexicanos; administran el erario cual si fuera de su propiedad, así como cuotas sindicales, fideicomisos obreros y todo lo que se pueda expoliar. No hay consideración con sus connacionales, gobernados o agremiados.
En una ocasión, en charla con el hijo de un ex gobernador de Oaxaca, le comentamos que ciertas medidas no ayudan y si afectan a los grupos indígenas de este Estado, a lo que respondió de botepronto con firmeza: “Es la generación del sacrificio”. Quizá la expresión no era la exacta, pero dejó claro que para ellos esa “gente de costumbre” no tiene importancia.
Sin duda son congruentes con la línea familiar cual clanes de poder político a quienes la problemática de estos grupos sólo les interesa en tanto pueden afectar su dominio patrimonialista.
El desinterés y hasta desprecio que manifiestan grupos y personajes por aquellos a quienes por ley están obligados a servir, no sólo se corroboran en expresiones precisas que sueltan, sino, sobre todo, en sus acciones de abierta expoliación.
Similar actitud es la que manifiesta desde hace más de 20 años un nefasto dirigente ferrocarrilero: el ex diputado priista Víctor Flores.
Después del movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo Martínez de finales de los años 50 del siglo pasado, que culminara con la cruenta represión del gobierno de Adolfo López Mateos contra ese gremio y el encarcelamiento durante más de 11 años del dirigente nacional del Sindicato, Vallejo, el gobierno federal tomó especial cuidado e inquina al gremio ferrocarrilero.
La decadencia de los años previos a la liquidación de FERRONALES fue notoria, la falta de materiales, los talleres de coches y carros desolados; todo eso se pudo ver en el muy importante Taller de ferrocarriles de Matías Romero en el norte del Istmo, el más grande de Oaxaca y el sureste de México.
Los subordinados de E.U. presidentes de la república preparaban la entrega de FERRONALES. Lo que se dio en el sexenio de Ernesto Zedillo, en1997. Con tal descaro que al dejar la presidencia ese personaje se convirtió en asesor de la empresa de ferrocarriles estadunidense beneficiada.
Aunque le dio por ostentarse como empleado de la Union Pacific Railroad, a Zedillo se le conoce como accionista camuflado de esa firma norteamericana.
El año pasado se le abrió un proceso de juicio por “la inexplicable privatización del sistema ferroviario de México, a un risible costo de mil 400 millones de dólares” a la Kansas City Sourthern y Union Pacific Railroad. Aliado este último del Grupo México de la familia Larrea. Además, Zedillo entregó a su empresa norteamericana la concesión de la mitad del territorio nacional para sus actividades.
Antes de partir al país que hoy sirve y al que ha servido siempre, Estados Unidos, Zedillo dejó firme en el cargo de Secretario General vitalicio del Sindicato de Ferrocarrileros a un seguro servidor de sus intereses, a Víctor Flores, un tipo frívolo pero hábil para sostenerse en un cargo del todo prescindible, la dirigencia de un sindicato de una empresa que ya no existe.
Fueron 53 mil jubilados que quedaron cuando Zedillo vendió la empresa en 1997, para quienes fue creado un fideicomiso con 13 mil 500 millones de pesos, pero en 2010 apenas quedaban 6 mil millones de pesos.
Los negocios de Víctor Flores son indiscriminados, propicia déficit y hace que el gobierno federal los cubra.
Hay un dinero que se descuenta a esos jubilados como seguro de vida para entregar a la viuda. Flores se quedó con ese dinero y el gobierno federal se hizo cargo de pagar a las viudas, ello después de movilizaciones de protesta de los ferrocarrileros en retiro.
Fueron 345 millones de los que se le acusa se robó por este concepto. Lo que junto con el déficit del dinero para jubilaciones arroja un total de 15 mil 845 millones de pesos.
Los jubilados han solicitado al Congreso federal que ya no les descuenten cuotas sindicales, pues ya no existe materia para ello, pero, sobre todo, porque el corrupto líder vitalicio se dedica a robarles todo lo que puede.
Aunque la Comisión de la Permanente del Congreso de la Unión, pidió en junio de este 2015 a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) acatar la determinación del Poder Judicial de suspender esos descuentos de cuotas sindicales, dicha Secretaría federal hace caso omiso al pasar esa decisión al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE).
Los ferrocarrileros jubilados prosiguen en esa lucha, exigir que ese líder venal no les robe más y no ponga en peligro sus pensiones jubilatorias y el mínimo bienestar a que tienen derecho.
Todo para que este personaje prosiga incrementando su fortuna, que su paisano el periodista veracruzano Luis Velázquez calcula en 12 millones de dólares, sin tener empresa ni herencia.