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Eduardo Ibarra

¡Ni una más! Incluidas las mujeres policías

Utopía

Mientras millones de mujeres se movilizaron en ciudades de los cinco continentes con motivo de la conmemoración del Día de Acción Global para el Acceso al Aborto Legal y Seguro, en México “cientos de mujeres e integrantes de colectivos” se manifestaron el martes 28 en por lo menos 18 ciudades, principalmente fuera de los recintos legislativos, de acuerdo con Aristegui en Vivo y La Jornada.

Las marchas más grandes tuvieron lugar en la Ciudad de México con 1 800 personas en tres contingentes que confluyeron en el Zócalo; Zacatecas capital y Monterrey, con cerca de 500 mujeres cada una.

La reflexión obligada es qué pasa con el movimiento feminista y su saludable diversidad que pese a contar con simpatías en las sociedades civil y política no logra ni remotamente desde marzo de 2019 –la excepción de asistencia multitudinaria gracias a las facilidades dadas por muchas instituciones públicas–, rebasar su muy limitada capacidad de convocatoria a pesar de que sus demandas centrales cuentan con apoyos en casi todo el espectro socioeconómico e incluso político. Y a pesar también de que la capitalina interrupción legal de embarazo (2007) acumula más de 92 000 prácticas y existe tal derecho en Oaxaca, Veracruz e Hidalgo; además de los fallos de la Suprema Corte para que no se criminalice a las abortistas y la cláusula de conciencia no sea instrumento que límite aquel derecho, y ratificó la violación en el matrimonio, entre otros avances.

Las respuestas son múltiples, sólo enuncio tres que no es recomendable eludir.

Después de marzo del 19 cobró fuerza la soberbia entre las activistas más destacadas de los colectivos y las asesoras denominadas históricas, quienes en demérito de su papel y experiencia se limitan a justificar y difundir las decisiones de las jóvenes para no ser rebasadas. Las veteranas, como Marcela Lagarde, llegan a justificar las acciones violentas de las encapuchadas en conferencias magistrales, organizadas por el Instituto Nacional Electoral.

Soberbia que impide el espíritu autocrítico indispensable para cualquier movimiento social y político para que no se abran paso las políticas excluyentes, sectarias, que distinguen a muchas feministas con el argumento de la ira (mediocracia) y el combate al patriarcado.

Y lo más grave, la calculada incapacidad para deslindarse de los grupos vandálicos y de provocadores que el martes provocaron 37 lesionadas, 26 de ellas mujeres policías agredidas con martillos, y tres hospitalizadas. Mientras que CIMAC Noticias reportó: “Como ya es una constante en las marchas feministas, los policías que resguardan las puertas del Palacio lanzaron gases lacrimógenos contra ellas”.

El silencio frente a los desmanes y agresiones de grupos de provocadoras muy violentas y que se presentan como “anarquistas”, hace mucho daño a las movilizaciones, a las causas feministas y sus simpatizantes. Y las partidarias votan con los pies ausentándose de las protestas porque no coinciden con la violencia irracional que todavía pretenden justificar con el sofisma de “les interesan más sus piedras (monumentos) que nuestras vidas”.

Interesa y mucho la vida de todas las mujeres y las policías también lo son. Es sencillamente un contrasentido abogar por el fin de la violencia y el femenicidio y que grupúsculos de presuntas feministas violenten a la luz del día y frente a Palacio Nacional a las trabajadoras de la seguridad de la ciudad. El gobierno capitalino está obligado a protegerlas, así como a los transeúntes.


Eduardo Ibarra Aguirre

Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).

Colaborador desde el 12 de abril de 2021.

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