La Suave Patria
* Por qué estaban perfectamente alineadas con las estrellas. * Teoría razonable y cierta del arqueólogo Joshua Sokol. * Un ejemplo es la vista frontal del templo El Caracol. * También llamado El Observatorio, está en Chichén Itzá.
La bóveda celeste sirvió como un espejo de las ciudades más poderosas de los mayas, orientadas hacia las estrellas, los planetas y al cosmos, y así, durante siglos, la traza de las ciudades mayas ha estado rodeada de un halo de misterio.
Más aún, porque algunas de ellas fueron abandonadas de improviso, sin razón aparente. Arqueólogos, historiadores e incluso adeptos a la pseudociencia han indagado sobre por qué los edificios que erigió esta civilización están perfectamente alineados con las estrellas.
Templos, espacios cívicos y plazas públicas de la civilización maya siguen un mismo principio rector, y aunque en la década de 1980 se diseminó «la insinuación racista de que los mayas tuvieron la ayuda de visitantes extraterrestres», explica razonablemente y con certidumbre el arqueólogo e historiador Joshua Sokol, la planeación urbana de los mayas estaba en sintonía con el cosmos.
Han pasado siglos desde que Occidente empezó a estudiar la ciencia precolombina en el sureste de México, y su relación con los cuerpos celestes, y a partir de análisis extensos de las ciudades que quedaron sepultadas debajo de la selva, se ha identificado que <vastos complejos ceremoniales parecen estar orientados a fenómenos astronómicos>, explica Sokol.
Mucha de esta evidencia quedó sepultada bajo la presión de los colonizadores peninsulares en el siglo XV, que enfocaron parte de sus esfuerzos bélicos en destruir el conocimiento ancestral de ésta y otras culturas prehispánicas.
Al considerarlo como ‘brujería’, los templos y otros edificios que los mayas erigieron mirando a las estrellas se perdieron; pero para Sokol, éstos son engranajes de un sistema cósmico
A pesar de ello, diversas líneas de investigación contemporánea sugieren que gran parte de la vida cotidiana de esta cultura estaba íntimamente entretejida con el movimiento de los astros a través de la bóveda celeste.
Antiguamente, se obedecía un calendario de 260 días, regido por la trayectoria de Venus en el cielo:
“Este acomodo de vida y la trascendencia sugiere una conexión íntima con el entorno natural en el que la cultura floreció, hace al menos dos mil años. Así como Venus fue una referencia del paso del tiempo, los mayas también se alinearon a describieron los movimientos del Sol, la Luna y los planetas”, explica en sabio.
Con todo lo anterior, parece ser que los mayas entendían sus edificios sacros y civiles como engranajes de un sistema más grande que ellos mismos.
Los documentos que se han logrado rescatar de yacimientos prehispánicos en Guatemala sugieren que lograron registrar el paso de la «luna creciente y menguante con una precisión de medio minuto, detalla Sokol, para quien el conocimiento ha ‘permanecido dormido’ por siglos
A partir de análisis con láser de las ciudades sepultadas debajo de la selva, los científicos saben que los mayas registraron los movimientos del Sol, la Luna y Marte con «algoritmos sofisticados», como los describe Joshua Sokol.
Por ello, muchos de los edificios ceremoniales se alinearon con amaneceres específicos, los equinoccios y otros eventos astronómicos. Especialmente, durante el Periodo Clásico, hace dos mil 800 años aproximadamente.
El contexto celestial sirvió, también, como un espejo de las ciudades más poderosas en el sureste mexicano, así como en toda la extensión de Guatemala.
El mejor ejemplo es El Caracol de Chichen Itzá, el icónico sitio arqueológico de Yucatán, cuya orientación y fachada están diseñadas para seguir la trayectoria del Sol en los solsticios de primavera y otoño.
Esta alineación cósmica también se reflejaba en las estructuras sociales: los mayas consideraban a sus líderes políticos como representantes del orden universal, explica David Stuart, epigrafista de la Universidad de Texas.
Aún así, la relación que los mayas guardaban con las estrellas, explica Tepeu Poz Salanic, diseñador gráfico y también cronista de las comunidades maya actuales, es un conocimiento que “[…] ha estado durmiendo durante mucho tiempo, y debe tratarse con cuidado.”
Después de siglos de descansar bajo la selva, el murmurar de los astros vuelve a brillar sobre las ruinas mayas para la eternidad, como es el conocimiento de esa etnia inmortal.
Luis Alberto Adrián García Aguirre
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en donde estudió dos licenciaturas: Periodismo y Comunicación Colectiva (1968-72) y Relaciones Internacionales (1973-77). De 1995 a 2002, colaboró con Reporteros Sin Fronteras (RSF) de París y el Comité de Protección a Periodistas (CPJ) de Nueva York. En los años 2000 y 2015, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.
Colaborador desde el 5 de febrero de 2020.
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