Cierto que sólo en los pocos espacios que me ha dejado la “irrestricta libertad de prensa y de opinión” de que, oficialmente, gozamos en México (alguna vez, cuando lo considere oportuno, me ocuparé del asunto y daré pelos y señales sobre la verdadera realidad que se vive en los medios al respecto, y de los “méritos propios” de “periodistas” como un tal Néstor Ojeda), pero es un hecho que me he ocupado, y no para elogiarlo, del lector de noticias Ciro Gómez Leyva.
Lo he hecho no porque me haya criticado, a mí y al Movimiento Antorchista al que pertenezco, ni porque haya hecho público su desacuerdo con lo que hacemos y defendemos (el elogio de un individuo tal nos infamaría más que sus “críticas”) sino porque, abusando cobarde y reiteradamente de la impunidad casi total que le dan su condición de periodista y la tribuna televisiva de que disfruta, nos ha insultado de manera soez e inmotivada, nos ha acusado de delitos tipificados como tales en la ley, sin ninguna prueba y sin atreverse a presentar su queja ante tribunal competente, como es su obligación, y ha exigido a las autoridades, federales y de la Ciudad de México, represión política y cárcel para los líderes antorchistas, erigiéndose, por sus puros arrestos, en fiscal y juez que dicta sentencia y ordena su inmediata aplicación.
Pero siempre me cuidé, escrupulosamente, de tocar, ni siquiera oblicuamente o por descuido, a la empresa de medios que se halla tras la razón social de MILENIO, sencillamente, porque los ataques tenían nombre y apellido.
Pero hoy la situación ha cambiado radicalmente y no por culpa mía ni de los antorchistas. El domingo 19 de junio de los corrientes, el antorchismo del Estado de México llevó a cabo un imponente acto de masas en apoyo a la candidatura del doctor Eruviel Ávila Villegas para el gobierno de ese mismo Estado, tal como los hace todo mundo en libre uso de sus derechos ciudadanos y tal como lo permite, sin ninguna restricción, el régimen democrático en el que se supone vivimos los mexicanos.
El evento antorchista, que tuvo lugar en un gigantesco espacio abierto en el municipio de Ixtapaluca, fue, pues, absolutamente legal y legítimo porque los antorchistas se manifestaron, espontánea y correctamente, es decir, lealmente, por el candidato del PRI, que como todo mundo sabe y nosotros lo hemos dicho públicamente y en reiteradas ocasiones, es y ha sido desde siempre el único partido al que pertenece todo el antorchismo del país.
Dos rasgos, y sólo dos, diferenciaron al acto antorchista de cualquier otro similar: la asistencia totalmente voluntaria de la gente que, por lo mismo, se mostró todo el tiempo participativa, entusiasta y llena de orgullo y alegría antorchista, y la magnitud del mismo; 84 mil antorchistas que fueron checados automática y rigurosamente al tener que pasar, de uno en uno por detectores de metales que instaló el equipo de seguridad del candidato.
Para cualquiera que tenga el alma y la mente sana, sólo había una manera de evaluar el extraordinario suceso: el antorchismo se mostró allí como un auténtico movimiento popular que cuenta con el consenso limpio y decidido de sus miembros porque se sienten bien representados y defendidos por su propia fuerza numérica y por la honradez y lealtad de sus dirigentes.
Para un cerebro y una sensibilidad saludables, no morbosos ni movidos por el salario de la ignominia, ese gigantesco acto espontáneo de la gente más humilde del oriente mexiquense, echó por tierra, derribó incuestionablemente y de un solo y efectivo empellón, todas las patrañas, calumnias, acusaciones e insultos que han venido difundiendo en su contra algunos (siempre he dicho y hoy recalco), sólo algunos, medios y periodistas de los cuales Ciro Gómez Leyva era hasta ese día el representante más conspicuo.
Pero contra toda lógica, contra todo lo esperado, esa lección de verdadera organización popular legal, legítima, politizada y educada, que dieron los antorchistas mexiquenses al país entero, tuvo el efecto de un enérgico purgante para los principales jerifaltes mediáticos de ese Liliput intelectual que se cobija tras la razón social de MILENIO.
Ya no atacó sólo con su acostumbrada saña visceral, tan rabiosa como vacía de inteligencia y de verdadera agudeza periodística, Ciro Gómez Leyva. Se nos vino encima la plana mayor de ese mundillo de pigmeos morales e intelectuales con pretensiones de “gigantes” del quehacer periodístico: con Puig, que literalmente acosó, y acorraló en entrevista televisiva a don Eruviel Ávila tratando de obligarlo a que apostatara de los antorchistas repudiando su apoyo y sumándose a las estúpidas e infundadas calumnias que, tomadas a préstamo de las vaciedades injuriosas de Ciro Gómez, le escupía en el rostro al candidato, cada vez más insistentemente y “sorprendido” de que el Doctor se sostuviera gallarda y virilmente en su propio y original punto de vista sobre el asunto.
Carlos Marín, que en su columna “Asalto a la Razón” repite como loro mal amaestrado el carácter “chantajista” de Antorcha y califica de “abominable” que el Doctor Ávila haya dicho que el país requiere “muchos Aquiles” y “…para colmo, demandó ¡sus consejos!” (Claro, digo yo, lo que el país requiere no son muchos Aquiles sino muchos Ciros Gómez, muchos Carlos Marines y muchos Puiges -con perdón del neologismo- que lo llenen de burradas, calumnias e intolerancia fanática hacia las luchas de los menos favorecidos).
Pero mire usted, amigo lector, si realmente quiere una auténtica probadita de periodismo inteligente, lúcido, lógicamente congruente en el discurso, escrupuloso con la verdad y hasta con la lengua española, le recomiendo ese monumento a la estulticia, a la falta elemental de sindéresis, a la chabacanería y al coloquialismo ramplón de un tal Néstor Ojeda, un señor cuya masa corporal es inversamente proporcional a su masa encefálica, por lo que puede deducirse de su escrito.
A todas estas virtudes se añade la de que el señor ni siquiera interpreta correctamente lo que lee o, dicho en español llano, es un analfabeta funcional. Dice que yo acusé “a los medios” de faltar “flagrantemente a la verdad” al reportar el caos vehicular que sus (¿de quién?) bloqueos provocaron… etc. Pero yo dije que eso ocurrió con ciertos noticiarios radiofónicos del medio día y nocturnos, que ciertamente no son “los medios” sino algunos medios solamente.
Dije y sostengo que mintieron tal como miente ahora el propio Ojeda al decir que el caos se debió a “sus bloqueos”, cuando es fácil comprobar que la causa fue el cierre policiaco de los accesos a Los Pinos por parte de los granaderos.
Dice Ojeda que me quejo de que “ninguno reprodujo sus presuntas demandas sociales”. Y, otra vez, Ojeda miente o no sabe leer, porque yo dije y digo que es curioso que ciertos medios sólo se centren reportando el caos vehicular, y que no digan nada, que no aborden para nada los asuntos que se demandan, sean ciertos o falsos, legítimos o ilegítimos. No pido que los reproduzcan, señor diplodoco, sino que los aborden como quieran, porque callar eso es una descarada forma de manipular la información.
Se indigna, respetuoso de la verdad, porque yo aseguro que en México hay 85 millones de pobres, y dice que esto “obliga a cualquiera medianamente cuerdo a decir: Don Aquiles, no se la prolongue, estamos jodidos pero no tanto”. Pues con perdón de este Ojeda “medianamente cuerdo”, yo digo que cualquier ser educado y que defienda la verdad, ni usaría esa jerga de alburero corriente y lumpenizado ni se conformaría con negar la cifra que yo doy, sino que por elemental congruencia, daría la cifra correcta y la fuente de donde la tomó. De lo contrario, como es el caso, queda exhibido como simple adulador de las cifras alegres que da la estadística del gobierno al que sirve. Sólo dos cosas más.
El “medianamente cuerdo” le diría “de pasada” a Peña Nieto y a Eruviel, “embárrense de lo que quieran, pero no de esa porquería”. Pues sí, en eso tiene razón Ojeda: todo mundo tiene el derecho de elegir libremente el retrete en cuya porquería quiere embarrarse. Por ejemplo, Néstor Ojeda, que en su aplastante humanidad muestra lo feliz que es chapoteando en el nauseabundo pantano de la compra-venta de conciencias y en el de la mentira industrializada para cobrar caro por ella.
Sólo añadiría que el licenciado Peña Nieto y el doctor Ávila, por ser políticos de carrera tienen que cuidar de embarrarse de una “porquería” que les sea de alguna utilidad y no creo que la estulticia de Ojeda los saque de ningún apuro aunque sea una “porquería” menos “puerca” que la de los antorchistas.
Finalmente, Ojeda me acusa de que no digo nada sobre los motivos de mi protesta porque así quiero engañar a la sociedad haciéndome pasar por líder social, cuando la verdad es que siempre me he dedicado a chantajear a los gobiernos de los tres niveles para sacarles dinero.
No le veo la lógica a tan sesudo juicio, porque la mejor manera de hacerse pasar por líder social es pregonando las causas sociales que se defienden, aunque ello sea pura impostura; luego Ojeda, discípulo y defensor incondicional de Ciro Gómez, repite la calumnia del chantaje sin dar un adarme de prueba o argumento, es decir, calumnia e insulta cobardemente igual que su maestro; finalmente, señor Ojeda, le propongo que nos sometamos a una prueba elemental: pongamos el plazo que usted escoja para repetir, cada quien por su lado, el mitin de Ixtapaluca para ver quién de los dos es líder social y quién un artero y cobarde plumífero a sueldo del poder público. ¿Sí o no?
Y ahora la cereza del pastel. El sábado 25 de junio, en milenio.com, en la columna Trascendió Puebla, apareció una nota en la que se afirma falsamente que me reuní “con la cúpula de la agrupación en un lujoso restaurante de la ciudad capital, alejado de las paupérrimas masas populares y campesinas.
El ‘maestro’ Aquiles Córdoba acostumbra sentarse a la mesa antorchista con la espalda contra la pared, y para acudir al sanitario del restaurante, tres de sus elementos de seguridad personal -guaruras- lo acompañan y no lo dejaron solo ni por un minuto… ni para ir al baño”.
Esta nota es la que realmente me obligó a ocuparme del reino de Liliput de MILENIO y el motivo es el siguiente: como se ve fácilmente, no se trata de periodismo de investigación, sino de una persecución personal simple y llana cuyo objetivo puede ser cualquiera, menos el de informar, ¿qué tiene de noticioso, digo yo, el que yo me siente a la mesa con la espalda a la pared? ¿A quién le importa dónde como y qué como o cuánta gente me acompaña al baño o a dónde sea?
No es la primera vez que me veo obligado a decirlo, pero tengo que repetirlo una vez más: es un hecho que, por ser “un chantajista y un impostor”, como dice MILENIO, o por defender a los marginados de este país, como digo yo y lo demuestro a cada rato con hechos como la gigantesca concentración de Ixtapaluca, soy un ciudadano cuya vida está gravemente amenazada. Y no tengo “guaruras”, pues ésos sólo los proporciona el gobierno y a mí el gobierno no me protege.
Me acompaña un grupo de jóvenes de buena fe y mejor corazón, hijos de antorchistas, sin armas ni entrenamiento especial (como lo han constatado los retenes policiacos y militares que nos revisan hasta las amígdalas cada vez que viajo) y que juegan un papel puramente disuasivo y testimonial. La persecución policíaca que ha desatado MILENIO en mi contra, y el tipo de datos que ha comenzado a difundir en torno a mi vida privada, resultan en los hechos un acto de delación que pone en muy serio peligro mi vida y la de mis acompañantes.
Por eso, desde aquí y desde este momento responsabilizo a los sabuesos y sicofantes que ha lanzado MILENIO en mi contra, de lo que pueda ocurrirme de aquí en adelante.
Y hoy, a diferencia de lo que hice en el pasado, ya no hablo de Ciro Gómez o de cualquier otro de los periodistas de MILENIO sino de la institución en su conjunto porque el ataque colectivo y sincronizado que acabo de reseñar, y que se desató como reacción al evento de Ixtapaluca, dice muy a las claras que ya no se trata de una embestida personal y aislada, sino de la política que esa firma ha diseñado para una guerra de exterminio en contra del antorchismo nacional.
Todos los ataques, el de Ciro Gómez, el de Carlos Marín, el de Carlos Puig, el del diplodoco Néstor Ojeda y el de Jairo Calixto Albarrán, del que no me ocupé por anodino e inútil, tienen todos dos rasgos comunes que los identifican y hermanan: el acusarnos de chantajistas y extorsionadores y el de enviar el mensaje al Doctor Eruviel Ávila y al Licenciado Peña Nieto de que deben repudiar el apoyo de los antorchistas, deslindarse de ellos y unirse a la campaña de MILENIO buscando cárcel para los líderes y extinción total del grupo en su conjunto.
En síntesis: les dolió como cosa propia el peso electoral decisivo que mostró Antorcha en el evento del 19 de junio (quizá no tanto a los pigmeos mediáticos de MILENIO, sino a sus patrones de cuyas botas no despegan nunca la lengua, salvo para insultar, como maestros de la lengua que son) y quieren conjurar la derrota, que ya ven inevitable y muy negativa para sus intereses, desprestigiando hasta donde puedan el decisivo apoyo antorchista y convenciendo al Licenciado Peña Nieto y al Doctor Eruviel (a los que, por lo visto, creen ingenuos irredentos) a que renuncien a ese apoyo, “porque los embarra y desprestigia”
A cambio del aplauso mediático de esos ceros sociales que son los distinguidos ciudadanos del reino de Liliput en que han convertido a la firma de MILENIO.
Antorcha sólo dice, segura de lo que vale y lo que puede: “El ave canta, aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas”.