MUJERES Y POLÍTICA.- Si generalizo tendría que decir que gracias a la Internet la globalización es una realidad; por tanto, se pensaría que toda la gente tiene acceso a la información vía las tecnologías de la comunicación; sin embargo, la realidad es otra; eso no es cierto en nuestro país de desigualdades.
No todo el territorio nacional tiene acceso a las tecnologías de la comunicación y, por tanto, hay en esta materia mundos distintos.
Así que aquello que todo el territorio mexicano es territorio de una empresa telefónica, me queda claro, es un asunto publicitario que crea en la mente de muchas personas ideas erróneas en extremo.
Hago esta aclaración porque en este momento estoy en un hermoso lugar donde no existe la Internet ni la señal de celular. Gracias de verdad, gracias.
Si generalizo tendría que decir que todas las mujeres y hombres que profesionalmente se dedican al ejercicio del periodismo son corruptos y que las mujeres son menos corruptas que los hombres, lo cual tampoco es cierto.
Lo real es que muchas mujeres y hombres que trabajan en los medios de comunicación son honrados y que una buena parte está en el otro extremo.
Muchas y muchos escriben por “consigna”, como se llama en la jerga periodística, porque les pagan para hablar a favor o en contra de tal o cual personaje. Sin importan con ello que se ponga en riesgo la seguridad y la vida de las personas.
Es simple, cuando “la información” circula en varios medios casi por casualidad o porque “personas anónimas” la distribuyen, tenemos que pensar y luego sospechar.
La ética periodística señala que en este caso lo que debemos hacer es investigar, esa es la actividad primaria de un o una reportera.
¿Acaso no el periodismo es investigar? ¿acaso no por ello resultan redundante las presentaciones que dicen periodismo de investigación?
El problema es llegar hacia donde vamos, con más rapidez que antes y que puede definirse como “sospechosismo”, cómo un país donde ya nadie cree nada y menos en nadie, hacia una sociedad desinformada y, por tanto, incapaz de tomar sus propias decisiones, ahora que creemos que el verticalismo pierde terreno, son ilusiones.
Eso pasa cuando la información no es verídica, cuando desde algún lugar del poder o de alguno de los poderes, se distribuye material “des-informativo” sobre tal o cual asunto.
Nada mejor para quienes trabajan en los medios como tener los hilos en la mano. Hoy cualquier documento, puesto en el twitter o correo electrónico, más “informes oficiales” resultan ser la verdad, sobre todas las verdades y se dicen así a boca de jarro, sin la menor molestia de investigar, de preguntar.
Este tipo de informaciones, sin duda, son un problema actual y lo seguirán siendo en tanto algunos medios sigan pensando su existencia bajo la premisa de servir al poder político y se olviden de su mayor debe: servir a la gente.
En todos los tiempos sin duda el buen periodismo se agradece, lo otro no tiene ningún sentido. No es periodismo escribir por consigna, no es periodismo tomar dictado. No es periodismo dar las cosas por sentadas.
Periodismo, hacer periodismo, es preguntar tantas veces sea necesario y darle voz a las y los actores de los acontecimientos a los cuales nos referimos. Si no hacemos esto estaremos hablando de golpeteo, nunca de periodismo.
Así que frente al mar, me vino esa sesuda reflexión y pensé, tras una semana aciaga y de golpes mediáticos, como este estado creado por el PAN-violento y las decisiones calificadas por otros integrantes del “gran poder”, es decir el poder que sostiene Felipe “El Valiente” y “violento” Calderón, donde todo cae a la misma canasta: nadie cree en nada y muchos menos en nadie, lo que incluye decía a los profesionales de la información y sus medios.
Es sólo un asunto de reflexión, como las cartas guardadas del “jefe” secuestrado, Diego Fernández de Cevallos, y el escándalo mediático que las telenovelas policiacas nos recetan cada día de la guerra contra el narcotráfico.
Guerra que provoca estragos reales en las familias mexicanas, por supuesto no la familia de Felipe ni de sus allegados, sino en las otras muchas sin nombres ni apellidos para los grandes medios, las y los anónimos, cuya cuenta es una deuda pendiente y hasta impagable de Calderón y la derecha mexicana.
Pagaré moral al que se suman las y los periodistas sacrificados por esta guerra en casi todos los estados del país y que a pocos, exceptuando al propio gremio le interesan.
No porque estén involucrados en el narco, como nos lleva a pensar la concepción de que atentar contra la vida de las y los periodistas y sus medios sólo ocurre en esos casos.
La suma aumenta, cada semana el recuento es extraordinario y fuera de toda lógica, no de en balde este país se ha convertido en un peligro para el ejercicio libre del periodismo.
Una podría preguntarse qué piensan los hombres del poder en relación al sacrificio de ciudadanos y ciudadanas que nada tienen que ver, del daño colateral que se traduce en el secuestro, desaparición forzada y asesinato de periodistas.
Calderón lanzó ese desafío desde el inicio de su guerra desigual, cuando señaló que habría pérdidas humanas (inocentes) y parece que las y los mexicanos aceptamos sin protestar su decisión. ¿No acaso es él, el dueño y señor de este país y de sus fuerzas armadas?
Tras la desaparición de cuatro integrantes de los medios de información en Durango, lo último de esta semana, me pregunto qué podemos hacer, además de protestar con marchas pequeñas sin el apoyo real de la sociedad.
No encuentro respuesta real. Lo cierto es que ya no se puede permanecer en esa condición de pasividad y hasta de valemadrismo o en silencio.
Sin duda, tenemos que exigirle al gran poder –léase Felipe Calderón– respuestas, que no haya más violencia contra comunicadores ni informadores, que no exista más impunidad justificada en la suposición de que las y los periodistas tenían nexos con el crimen organizado.
Ese sospechosismo general tiene que desterrarse. Porque lo contrario y lo que podría estar pasando es, sin duda, la posibilidad (nuevo sospechosismo) de que se trate de crímenes de autoridad. Ya que mientras no haya respuestas, la autoridad será la única y verdadera responsable.
Ayer mismo una visitante extranjera me decía que frente a tantos problemas, este país no podría vivirse sin todo lo que posee, empezando por el clima.
En parte tiene razón, pero es una realidad que este país podría ser mejor sin tanto ejercicio de la violencia, sin ese daño colateral resultado de la guerra contra el narco, que nos advirtió Calderón y que la sociedad mexicana, en la voz de sus representantes populares, aceptó sin chistar.
Las y los periodistas no podemos que debemos guardar silencio, no podemos ser cómplices del gran poder ni debemos publicar ni dar como un hecho cierto lo que nos dictan, lo que aparece en twitter o en el correo electrónico, donde circulan toda clase de mentiras y verdades a medias (que resultan ser mentiras), porque siempre detrás de cada palabra hay personas, familias.
Salvados por la campana
El fin del sexenio del gobierno estatal y de un número importante de municipios se convierte en una pesadilla para muchos trabajadores y trabajadoras que ven el futuro con mucha incertidumbre.
En Oaxaca de Juárez los despidos empezaron a ser un dolor de cabeza para muchas familias, en tanto que en el gobierno estatal miles de trabajadores de confianza ven negro el panorama, algunos más optimistas piensan que habrá un reacomodo tipo sismo de menor intensidad al que se prevé.
Para al menos tranquilizar al personal que labora en el Municipio local, la regidora de Equidad y Género, Bárbara García Chávez, propuso esta semana en sesión de Cabildo que ya no haya más despidos.
Acuerdo que fue acogido por los concejales ahí representados, exceptuando a los militantes panistas Leslie Jiménez y Jacobo Berra, a estos personajes les da lo mismo que la gente se quede sin trabajo.
Esta acción no fue del todo registrada por los medios de comunicación, seguramente porque el boletín del municipio omitió el dato, lo que ya es costumbre en esa enferma capacidad que tienen algunos empleados de invisibilizar la labor de aquellas personas que no le son cómodas.
En feminismo se llama ginopia, ese rasgo de la construcción social que propia no sólo no ver sino incluso pretenden borrar la aportación de las mujeres en el ámbito político, pero que en general se extiende al resto de las actividades que ellas realizan.
Esta actitud incluso podría ser considerada como un hecho de discriminación y exclusión de las mujeres. Una violación a sus derechos humanos.
(*) Soledad Jarquín Edgar es Premio Nacional de Periodismo 2007 en la categoría de Noticia y corresponsal de CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer A.C.) en Oaxaca.