CUILÁPAM DE GUERRERO, OAX., diciembre 28.— Ubicada en esta población que es parte del misterio histórico de Monte Albán, La Pepiniere (El Semillero), Casa Cultural Multidisciplinaria (Prolongación Francisco I. Madero 3), es retro y vanguardista a la vez.
Porque retoma la relación con la cultura francesa; porque conjunta escultura, pintura, gráfica y graffiti, y porque se integra a la comunidad donde se ubica: está abierta al público en general.
Retro es no olvidar, digamos, que el francés Antonin Artaud, el “poeta negro”, viajó al Distrito Federal y en alguna conferencia planteó la pregunta aquella: a qué vine a México (http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/1405/pdfs/34-40.pdf), para después irse a la Sierra Tarahumara al ritual del peyote y a corroborar que “toda verdadera cultura se apoya en la raza y en la sangre”.
También, saber que Octavio Paz, nacido en el histórico barrio Mixcoac de la Ciudad de México, visualizó a Artaud (aquel que sí estuvo en el otro lado, como dijo alguna vez André Bretón) en el café Vert del mítico Barrio Latino de un París ya ido:
“Terrible visión: un hombrecillo delgado, encorvado, con movimientos bruscos de rama golpeada por el viento, sin corbata, sucio, unos mechones de pelo lacio cayendo sobre su cuello, mejillas chupadas, labios delgados, boca desdentada, ojos encendidos que miraban desde el fondo de no sé qué abismo”…
Vanguardista puede ser la escena de los murales cruzados del ocotleco Rodolfo Morales, y el francés Jean-Paul Chambas en el metro Bellas Artes de la Ciudad de México.
Y no sólo porque aquél pintó Francia y éste México, sino también porque cuando inauguraron el inicio de los murales, un Diódoro Carrasco Altamirano, en ese entonces gobernador de Oaxaca, enfundado en algún traje Armani, Ermenegildo Zegna o Hugo Boss, demostró en los corredores del metro que, como cualquier progresista lo sabe, los políticos nada tienen que ver ni con el pueblo de carne y hueso ni con la cultura.
Pero Artaud y Paz, raza y sangre, Morales y Chambas, vienen a la memoria sólo después, cuando se teclea la entrevista que concedió el pintor Miguel Ángel Hernández (Tehuantepec, 1965) sobre La Pepiniere (El Semillero), Casa Cultural Multidisciplinaria que este 28 de diciembre inauguraron en el pueblo donde fuera fusilado, exactamente un 14 de febrero de 1831, el insurgente Vicente Guerrero.
El proyecto lo gestaron la pintora suiza Eva Laemmler y los oaxaqueños Ricardo de la Rosa y Miguel Ángel Hernández.
El diseñador Ricardo de la Rosa solicitó la casa a Laemmler, quien la otorgó por un tiempo indeterminado, además que será la encargada de los contactos en Europa. Después, la pintora suiza invitó a participar a Miguel Ángel Hernández.
El primer residente es el artista Jhonathan Chávez (Distrito Federal, 1986), quien formalmente inició los trabajos de la Pepiniere, también este 28 de diciembre, con la inauguración de su exposición “Mi Llanura”. Dos creadores más se integrarán en breve.
Los objetivos básicos de La Pepiniere son: “conjuntar artistas de diferentes disciplinas, como escultura y pintura, gráfica y graffiti; retomar el tema de la cultura francesa —de ahí el nombre La Pepiniere y las unilaterales reminiscencias de este reportero a Artaud y Paz, Morales y Chambas—, aunque en un sentido más amplio, pues se incluirá la relación con artistas de Europa en general”.
Además, “generar residencias y producir obra en conjunto, de manera tal que el artista tenga donde vivir, al tiempo que esté dispuesto a compartir su experiencia y conocimiento”.
Es decir, multidisciplinariedad: “la idea básica es compartir experiencias, conjuntar ideas, proyectos y paquetes de exposición”. Vanguardia cultural en tiempos de globalización, en otras palabras.
Porque, además, La Pepiniere es un “espacio de servicio a la comunidad, lo cual implica integrarse a la cultura de Cuilápam de Guerrero. De hecho, los invitados de honor son los pobladores de aquí, su Casa de la Cultura, su municipio, para que participen en talleres multidisciplinarios dirigidos a niños y adultos, por ejemplo”.
—En el Centro de las Artes de San Agustín (CASA) se hace esto, pero, aunque digan que no, de una manera muy selecta, elitista y casi unipersonal, ¿cuál sería la diferencia en La Pepiniere?
—El ser una propuesta popular y que quien llegue a residir en ella tenga la necesidad de realmente compartir su conocimiento, entre varias cosas más.
—¿Implica una forma de diversificar la creación artística, toda vez que Crispín Vayadares, oriundo de Pochutla, ha dicho que ahora a los artistas locales (nativos y residentes) les dicen los “similares”, como las farmacias, porque nada más se repiten y repiten, mientras que la estadounidense Jean Foss ha comentado que cuando llegó aquí en el año 2001 notó que había una tendencia de copiarse unos a otros?
—Tenemos la oportunidad de generar una contrapropuesta [que no sea elitista, además] en la que haya riqueza de color y formas. Ricardo de la Rosa, como diseñador inmerso ahorita en la pintura, trae una vertiente que se separa de la actual propuesta local; Eva Laemmler posee otra visión, nunca ha expuesto dentro de los círculos de los grandes aquí, su trabajo es muy diferente al de la situación cultural del Oaxaca de hoy.