+ La invasión y conquista de México produjo guerras, asesinatos, despojos, ultrajes, esclavitud, servidumbre, que junto con las epidemias importadas provocó la muerte del 90% de la población original y la destrucción de sus culturas
CIUDAD DE MÉXICO, octubre 11 de 2020,- Hace cinco siglos el violento asalto del viejo al nuevo mundo detuvo y destruyó el proceso evolutivo de la civilización mesoamericana y estableció, sobre las ruinas de los pueblos indígenas, un oprobioso sistema de explotación de una sociedad a otra, cuyo principal objetivo era sustentar la riqueza y el poder de la monarquía española sobre la dignidad, la voluntad y la libertad de los hombres del nuevo mundo.
La invasión y conquista de México y también de Centro y Sudamérica, produjo guerras, asesinatos, despojos, ultrajes, esclavitud, servidumbre, que junto con las epidemias importadas provocó la muerte del 90 por ciento de la población original y la destrucción de sus magníficas culturas, que Fray Bartolomé de las Casas, en su documentada obra Apologética Historia Sumaria, al compararlas con las civilizaciones clásicas de la antigüedad, concluye que fueron iguales y en algunos casos, superiores.
¿Cuánto perdió la humanidad con este genocidio?
Muchos señalan que las atrocidades cometidas por Cortés, Alvarado, Pizarro y decenas de miles de españoles más, fueron crímenes de la época y que no contaban con la anuencia de los reyes, cuyas leyes supuestamente pretendían proteger a los indios.
Nada más falso. Los reyes nombraban directamente a “los capitanes generales, gobernadores y virreyes” y les otorgaban, como si fuera suya, una región en América. ¿Con que derecho? Y además, ¿quien les autorizó emitir leyes en un territorio que no les pertenecía?
No, no fue un crimen de su tiempo, cometido hace 500 años. Fue un crimen permanente, respaldado por los sucesivos reyes y españoles de múltiples generaciones, sostenido a la fuerza a lo largo de 3 siglos por toda una nación entera: España.
Hay quienes dicen que gracias a España, México avanzó. Lamentablemente el balance es desfavorable. El Informe de Alexander Von Humboldt en 1803, después de pasar 2 años en la Nueva España, concluye en forma devastadora:
“Jamás había visto un país con tantas desigualdades, tanta riqueza concentrada en unos cuantos y tanta pobreza en los demás”.
La enorme desigualdad al final del dominio español explica la extendida pobreza de hoy, como señala el premio nobel Stiglitz al documentar que “el 90 por ciento de los pobres seguirá siendo pobre por sus desventajas de posición”.
Hace 200 años se alcanzó la libertad política, pero persisten muchos rasgos del sistema colonial, principalmente el extractivismo económico, la enraizada discriminación social derivada del sistema de castas y el colonialismo cultural, que nos impide aceptar que somos una nación cuya composición de sangre es mayoritariamente indígena y, con ello, asumir con plenitud las potencialidades de esta riquísima herencia cultural.
Comprender que los hechos del pasado determinaron nuestro presente permitirá una visión más completa para diseñar las políticas publicas que permitan corregir el rumbo y alcanzar nuestra plena libertad como individuos y como sociedad.
El 12 de octubre debe ser el día de la reconciliación nacional con nosotros mismos.