
Reconocimiento de los Sistemas Normativos Indígenas en Oaxaca
Perspectiva Social
– Karina Sánchez
Luis Alberto García * / San Ignacio Arareco, Chih.
*Cuando Fernando Benítez recorrió bosques y barrancas.
*Aun no existía el Ferrocarril Chihuahua Pacífico, el Chepe.
*Los pueblos de Creel. Madera, Bocoyna, La Junta y San Juanito.
*Siglos en la soledad: ríos y valles en territorios indómitos.
*Los indios rarámuris viven en las cuevas, lejos del mundo.
*“Estamos ante la historia de siempre”, se lamentaba el maestro.
“Mientras el muro al que a principios del siglo XX se refería Francisco Bulnes siga de pie, dividiéndonos en dos facciones opuestas y hasta enemigas, no podremos hablar de un todo coherente y unido, y si bien asistimos al desplome silencioso de sus culturas, los indios tienen cosas valiosas que enseñarnos”, decía el maestro Fernando Benítez en 1970, como si se estuviese hablando del presente.
En este viaje en 2020, llevados a la Tarahumara por el Ferrocarril Chihuahua Pacífico, vimos, como lo hizo Benítez en 1957, una cascada que semejaba un hilo de plata, y caminos como serpientes que se alargaban sin final visible; pero esos son detalles fundidos en los que queda una grandeza enorme, porque en esta orografía, ríos y hondonadas están siempre ligados.
Igual que ahora contemplamos los ríos, Fernando Benítez también los miró y estuvo en el norte de la Sierra Tarahumara, cuando aún no se construía el Chepe, el Ferrocarril Chihuahua Pacífico que apareció en 1961 para romper los silencios, acercándose ese año a las poblaciones de Madera, Bocoyna, Creel, La Junta y San Juanito.
Todos éstos son caseríos casi iguales, vistos como hermanos por su parecido, en la mitad de un ambiente cuya dureza ha enseñado a los indios rarámuris a sufrir las mayores adversidades en los bosques fríos tupidos de pinares, transitados por comerciantes, aventureros, cazadores y seres humanos originarios de ahí mismo.
Benítez los definía como “restos del paleolítico”, como extraños que, por escapar de la codicia de españoles primero y de los mestizos después, escaparon a los montes y ahí permanecieron por siglos, en la soledad, apenas cultivando parcelas a orillas de los ríos y en valles angostos que han tenido que abandonar y emprender la fuga.
“¿Adónde se fueron?”, cuestionaba el maestro aquella tarde levantándose mortificado de su sillón: “¡A las cuevas, a las laderas de los montes, a los cañones solitarios!, lejos del mundo y es que las cercas que señalan los linderos de los terrenos avanzan y son movidas durante las noches para despojarlos -estamos ante la historia de siempre-, obligando a los indios a ponerse en marcha hacia sitios estériles, infértiles y deshabitados”.
Y cómo no rememorar cuando Benítez nos señaló que, entre esos peñascos cubiertos de musgo que se desprenden de las montañas el tiempo no existe, y por eso hay que dejar sentir el paso de las horas en la laguna de Arareco, insertos en la intemporalidad, en otra dimensión.
Tuvimos una sensación de extrañeza que se apodera de uno al contemplar a aquellos hombres y mujeres venidos de sus cabañas miserables perdidas en los bosques, envueltos en sarapes y un trapo blanco en la cabeza, alimentados con pinole y tortillas, dueños de parcelas diminutas sembradas de maíz.
A la orilla del lago, aprisionado gratamente por el recuerdo del viejo Fernando, hubo que voltear hacia el cielo azul pálido y luego al horizonte para ver brillar la llanura con los sembradíos de maíz en espera de la cosecha cuyos frutos, ocasionalmente, sirven para nutrir el cuerpo y el alma.
Y como si fuesen dichas ayer, están las palabras de nuestro guía sabio: “Tengamos en cuenta que la fuerza en reposo de los tarahumaras, de los rarámuris de la sierra, también es espiritual, contenida en esos seres reducidos a la mendicidad por maniobras incomprensibles de los blancos, los chabochis que los roban, ignorantes de que serían millonarios, dueños de sus bosques; pero muriéndose de hambre”.
¿Qué hacer?, planteamos al hombre que dejó una vastísima obra escrita sobre el indigenismo, la historia nacional, la biografía del general Lázaro Cárdenas y la Revolución mexicana y cientos de textos periodísticos que guardamos reverentemente.
“El problema de los indios no es irreversible –respondió-, ni está fuera de las posibilidades económicas y políticas de los gobiernos, y en el caso de los tarahumaras bastaría con darles los títulos de propiedad de sus tierras y hacer que ellos mismos las explotaran; pero algo tan sencillo tropieza con los latrocinios y factores aparentemente insuperables”
Y a juzgar por las peticiones dramáticas que vienen haciendo desde que se celebró en Creel un encuentro para dar solución a tal situación, en junio de 1958, poco o nada se ha avanzado en un lapso de tiempo que parece increíblemente eterno.
La acusación no tiene pierde: “Históricamente, los indios han sido despojados de todo, y si hay bosques, propiedad legítima de los tarahumaras, no son de ellos sino de los talamontes millonarios quienes los usufructúan, mientras los indios piden limosna en las aceras de las ciudades, en Delicias, Camargo o en la misma capital de Chihuahua”.
“El problema de los bosques tampoco ha sido resuelto satisfactoriamente, y en los días de nuestra entrevista en 1970, el profesor Benítez se enteró de que, en Cusárare, se le habían cancelado los permisos de explotación a los indios, lo que significaba volver a la antigua miseria”, resumió.
Uno de los méritos de “Viaje a la Tarahumara” consistió en recoger voces, ir a los extremos, porque son ellos quienes hablan y los que dan a sus páginas su visión del mundo, no del nuestro: “No se trató de un libro imparcial ni objetivo, porque frente a los asesinos, los ladrones y los poderosos que se ensañan y desprecian a los desvalidos, imparcialidad y objetividad suena a burla e hipocresía”.
Como una última reflexión sobre aquel diálogo, concluimos que lo dicho con tanta sapiencia supone un trabajo de años, una contribución importante al estudio de los problemas de los otros mexicanos, nuestros indios, cuyas duras existencias debían servir para una toma genuina de conciencia.
*Premio Nacional de Periodismo / 2011, 2015, 2019 / Categoría Crónica.
Hay una diferencia entre los dos procesos electorales que nos atañen directamente en los últimos tiempos: el de AMLO y el de Joe Biden.
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+ Una iniciativa de reforma de ley en favor de los pueblos
Urge contar con una ley que exprese
con todas las letras necesarias
que somos radios comunitarias,
radios indígenas.
Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC)
México
Milton Gabriel Hernández García*
En meses recientes, la fracción parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados ha promovido una iniciativa de ley para que los pueblos originarios tengan acceso pleno al uso y disfrute de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, además de fortalecer los alcances de las radios comunitarias e indígenas.
Según datos de la ONU, en México sólo existen 140 concesiones a radios comunitarias y 18 a radios indígenas, mientras que en el territorio nacional existen por lo menos 1 mil 500 frecuencias de uso comercial.
Las políticas que se derivan de la actual Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR) y de la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano han representado, en la práctica, importantes barreras en el acceso, subsistencia, promoción y desarrollo de los medios comunitarios e indígenas, que incluso han sido criminalizados durante muchos años.
El proceso para que una radio comunitaria o indígena obtenga una concesión es altamente lento y tortuoso si no se cuenta con la asesoría técnica y jurídica especializada, además de que los trámites están centralizados en la Ciudad de México, lo que resulta costoso e inaccesible para muchas comunidades.
Afortunadamente, esta realidad está empezando a ser transformada. El pasado 8 de diciembre, la Cámara de Diputados aprobó en lo general y en lo particular, por consenso de 454 votos a favor, el dictamen de la Comisión de Radio y Televisión que reforma diversos artículos de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR), a fin de que comunidades indígenas obtengan concesiones para que transmitan en sus lenguas originarias y se reconozca su derecho al uso de telecomunicaciones y plataformas digitales.
Con la reforma planteada, el artículo 66 de esta ley ahora señalará que “se requerirá concesión única para prestar todo tipo de servicios públicos de telecomunicaciones y radiodifusión, a excepción de los servicios de uso social comunitaria e indígena, que podrán acceder a este tipo de concesión bajo modalidades especiales en atención a la naturaleza de sus servicios y a la condición de sus operadores”.
Para simplificar y facilitar el proceso para las comunidades, la reforma que ha propuesto el grupo parlamentario de Morena plantea modificar el sistema de concesión única, contemplado en la fracción IV de artículo 67 de la LFTR.
Ahora se reconoce también la modalidad de concesión simple, prevista para comunidades o pueblos indígenas que pretendan acceder a la concesión para una radio de baja potencia (de 20 a 300 watts), en una localidad específica en la que no existen estaciones de uso comercial operando o en la que, existiendo, no compiten dentro del mismo mercado.
Considera también la concesión de uso compartido del espectro radioeléctrico, específica para asociaciones civiles con respaldo de comunidades indígenas o directamente de dos o más comunidades indígenas.
Además, se reconoce la concesión de uso experimental, la cual puede ser otorgada hasta por dos años, transcurridos los cuales, el o los operadores podrán solicitar la concesión tradicional.
La reforma establece mecanismos de colaboración entre el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL) y las organizaciones sociales para facilitar el otorgamiento de concesiones a comunidades, con el objetivo de que transmitan por internet y a través de ondas radiales en sus lenguas originarias, en especial en las zonas más alejadas y de difícil acceso.
Este dictamen, que se ha enviado ya al Senado de la República para sus efectos constitucionales, también plantea que a través de la radio comunitaria se podrán promocionar comercialmente diferentes productos o servicios, siempre y cuando sean pertinentes al contexto cultural y fortalezcan la economía local.
Sin duda alguna, esta propuesta de reforma legislativa constituye un gran avance en la lucha de los pueblos y comunidades campesinas e indígenas por contar con medios de comunicación propios, los cuales han demostrado además que son importantísimas herramientas para promover la cultura local, la defensa del territorio y las lenguas originarias, además de que contribuyen a la rearticulación de los tejidos sociales comunitarios.
*Etnólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), maestro y doctor en Desarrollo Rural por la UAM-Xochimilco, investigador titular C de tiempo completo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Perspectiva Social
– Karina Sánchez
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