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Hay libros que se nos imponen, aunque no quisiéramos escribirlos: Rafael Pérez Gay

OAXACA, OAX., abril 27.− Una secuela indeseada, “porque nunca la hubiera querido escribir”, es la que Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957) inició con “Nos acompañan los muertos” ( 2009), continuó con “El cerebro de mi hermano” (Seix Barral, 2013) y proseguirá con una obra en la que el autor relatará su propia experiencia con el cáncer.

Esta trilogía de Rafael Pérez Gay trata sobre la existencia del padre, la madre, el hermano, uno mismo, cuando “empezamos a ser nadie, nada, nunca”. Vida, dolor, enfermedad, muerte. Más después de los cincuenta, años en que, como apunta César Aira en “Las curas milagrosas del doctor Aira” (Ediciones Era), el término de nuestros días, cercano o lejano, puede ocurrir en cualquier momento.

Pero también es una secuela pergeñada con humor y comicidad, incluso. Y aquí se recuerda que, así como James Carol Oates escribe que vistos de cerca todos somos anormales, igual Schopenhauer postula que, desde lejos, toda vida es trágica, pero cuando viene el “close up”, resulta cómica.

Y la prosa de Rafael Pérez Gay tiene, precisamente, esa característica: la del humor. De hecho, él mismo se inscribe en la línea de Jorge Ibargüengoitia, aunque también en la de los escritores-periodistas mexicanos de finales del siglo XIX, Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, José Juan Tablada…

Tanto así que la crítica benigna lo ubica en la línea del mismo Ibargüengoitia y de Groucho Marx, digamos: “Suspenso melancólico, pero con la dosis suficiente de risa que evita la pura fatalidad”, escribió Sergio González Rodríguez en su columna del periódico “Reforma” respecto a “El cerebro de mi hermano”.

En “Paraísos duros de roer” (2006), Rafael Pérez Gay escribió cinco relatos sexuales en los que, digamos, “me centré en Eros o impulso de vida, contrario a Tánatos o pulsión de muerte, según el freudismo clásico”.

Después, platica, “me di cuenta que la experiencia que tenía ante mis ojos era la de la vejez de mis padres, la enfermedad y, finalmente, la muerte: veía dos sombras que avanzaban hacia la nada, dos sombras que se perdían”.

Fue cuando decidió que iba a relatar la Ciudad de México, la vejez y la enfermedad de sus padres.

Nació así “Nos acompañan los muertos”. Comenzó con este libro su trilogía tanática, la cual siguió con “El cerebro de mi hermano”, obra que vino a presentar a la ciudad de Oaxaca, en el Foro de la Proveedora Escolar.

El relato sobre la agonía de su hermano, José María Pérez Gay, director fundador del Canal 22, integrante del equipo editorial de la revista “Nexos”, intelectual de carrera y, en sus últimos tiempos, político activo con el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

−Son dos o tres temas los de la literatura, dicen: la vida, la muerte, el amor. Te ocupas, en este caso, de la segunda, ¿cuáles son tus ideas sobre ella, cómo las aplicas en tus letras?

−Yo creo que los libros se nos imponen. No soy un tipo de escritor que pueda decir que va a empezar a escribir mañana sobre la crisis hipotecaria en Estados Unidos en el 2008.

“El cerebro de mi hermano” es un libro que se me impuso. Y sí, la muerte es uno de los temas centrales de toda literatura, pero siempre va acompañada de su pareja, la vida misma”.

Redondea la idea, Rafael Pérez Gay: “hay libros que se nos imponen, libros que no podemos dejar de mirar de cerca y de entregarnos a ellos”.

 

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