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La artesanía de hojalata de Xochimilco no quiere morir: Miguel Ángel Agüero

OAXACA, OAX., junio 28.--Como que los artistas-artesanos del histórico barrio de Xochimilco, fundacional de esta ciudad capital, “no queremos morir”, asienta, sin pretender ser fatalista, el maestro del arte popular de la hojalata Miguel Ángel Agüero.

Sentado entre el fresco del corredor de la entrada de su casa, aledaña a la parroquia local, luego de mostrar una bella pieza de la Virgen de la Soledad que está destinada al municipio de Oaxaca de Juárez, agrega: “Pero puede llegar el momento de que eso suceda si a los hijos no se les inculca el oficio”.

Él por su parte, lo ha hecho, sus hijos son la quinta generación de artistas-artesanos del textil y la hojalata. E igual, platica, ha ocurrido con el maestro Alfonso Santiago, aunque no así con Aarón Velasco.

El contexto no es del todo halagüeño. De 30 talleres de hojalata que existen en la ciudad de Oaxaca, seis pertenecen a la tierra matriz del oficio –de Xochimilco, pues–; de ellos, tres son los que se pueden considerar espacios del tipo en forma –los pertenecientes a los maestros mencionados–, pues los otros tres funcionan medio tiempo. Amén que todos los restantes “no saben el oficio realmente: de mi taller han salido como otros diez. Sólo que lo que luego sucede es que trabajan aquí y aprenden hasta cierto grado, pero después vienen a preguntar cómo se hace el bulto, por ejemplo. Cómo. Si ya tienen su taller y son maestros, se supone que deberían saber todo: mucha gente nada más golpea la lámina”.

Además, de acuerdo con Miguel Ángel Agüero, a tal panorama hay que añadirle el que “el conflicto de 2006 le dio en la torre” a la artesanía del textil y hojalata de Xochimilco, los movimientos magisteriales que no paran lo siguen haciendo y, en general, la situación económica del país “está del catre”.

El maestro del arte popular Miguel Ángel Agüero lleva 57 años en el oficio –como él le llama, aunque aclara que fue el muralista Rodolfo Morales quien empezó a decir que ellos (Miguel Ángel Agüero, Alfonso Santiago y Aarón Velasco) ya no eran artesanos, sino artistas–. Comenzó muy niño: a los diez.

Antes, platica, “la familia inscribía al hijo a la escuela a los siete años, pero también desde muy pequeño lo introducía al aprendizaje de un oficio, que era –es– familiar, y así se iba –va– transmitiendo generacionalmente”.

Su historia en los oficios artesanales de Xochimilco, del textil y la hojalata –que dicho sea de paso comenzaron ahí durante la época colonial– inició con sus bisabuelos, siguió con sus abuelos, luego con su madre y padre –su papá, Agustín Agüero Contreras, fue textilero y el que llevó su saber a Mitla; mientras que la vena de la hojalata, a la que aquél se dedicó preponderantemente, le viene de su línea materna–, continuó con él y prosigue con sus hijos.

Antes el oficio abarcaba los vitrales de las iglesias, los faroles de procesión, los soldaditos de plomo de colección, los trompos para riego de hortalizas, las garrafas para la nieve, los braseros: “Digamos que una primera etapa fue religiosa y casera, y luego se volvió más de santeros, de nichos para la Virgen de Juquila o la de Los Lagos. Después vino el plástico de Puebla, que nos amoló, porque los productos de ese material eran más económicos que lo nuestro”.

Por ciento, relata, “hay muchos que se paran el cuello diciendo que los soldaditos de plomo de colección y el Árbol de la Vida son de ellos, pero no es cierto: fue mi tía Serafina Velasco –madre del maestro Aarón Velasco– quien impulsó eso, se salió de lo normal, le dio un aspecto decorativo. Se basó en diseños que le mandaron de Francia, por eso aquéllos son afrancesados en sus colores, por eso la bandera trae un gallo. Los demás hojalateros no saben el porqué de ello”.

Luego vino otra generación, “la nuestra, que incursionamos en las vitrinas y los exhibidores de joyería, también en las contrabarras para licores y las puertas para interiores”.

–Personalmente, ¿en qué momento piensa que dio el salto de artesano a artista?

–Sería en los años noventa, como en 1995.

Miguel Ángel Agüero ha recibido infinidad de nombramientos y reconocimientos. Ha obtenido primeros lugares en concursos a nivel estatal y, en el plano nacional, ha ganado dos segundos y dos terceros sitios. Nada mal si se toma en cuenta que compite contra más de mil 500 maestros del arte popular de Guadalajara, Jalisco; Santa Clara del Cobre, Michoacán; Baja California Sur; San Miguel de Allende, Guanajuato; Chiapas, y el Estado de México.

–En difusión cómo le ha ido. Sobre todo considerando que las nuevas generaciones ni siquiera saben que Xochimilco ha sido punta de lanza del textil y la hojalata en Oaxaca.

–No se nos ha dado mucha difusión. Vienen personas que no saben que aquí se trabajan esos oficios y lo primero que preguntan es que dónde está la fábrica. Cuál fábrica, si son talleres artísticos.

–Pero usted vive de su quehacer de la hojalata, ¿no?

–Sí. Bien que mal pero ahí vamos.

–¿Cómo comercializa?

–A través de la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico local tengo una página en Internet. Han sido publicados varios libros en Holanda, Chicago, la Universidad de Baja California también editó uno y hay otro más de juguetería para jardines de niños estadounidenses. La revista “Claudia” difundió una entrevista y algunos diarios locales también lo han hecho.

–¿Le resulta difícil comercializar sus obras?

–Por el prestigio lo buscan a uno, pero siendo sincero, ahorita está baja la comercialización. Aparte de eso, luego la gente quiere pagar menos. Me he disgustado con varias personas pudientes, de dinero: ustedes, entre más barato, todavía quieren que se baje más el precio, les digo.

 

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