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Rinden Homenaje Nacional a José Emilio Pacheco en Sala Miguel Covarrubias

MÉXICO, D.F., julio 1.- Con la lectura de poesía, reflexiones acerca de su obra, recuerdos sobre su personalidad y música de Bach, fue recordado el narrador, poeta y traductor mexicano José Emilio Pacheco durante el Homenaje Nacional que organizaron siete instituciones, entre ellas el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), con motivo de los 75 años del nacimiento de quien fue Premio Cervantes de Literatura 2009.

La Sala Miguel Covarrubias de la UNAM fue insuficiente para albergar a cientos de personas que acudieron a este Homenaje Nacional, sobre todo jóvenes lectores que mostraron su afecto por el autor de Las batallas en el desierto. Durante una hora y media escucharon atentos a los participantes: Hugo Verani, Julio Ortega, Darío Jaramillo, Luis García Montero, Rafael Olea Franco, José Luis Martínez, Elena Poniatowska, Eduardo Lizalde y el chelista Carlos Prieto, quien interpretó tres movimientos de Johann Sebastian Bach.

El presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, quien junto con los demás convocantes acompañó a Cristina Pacheco en este Homenaje Nacional, escribió que cientos de jóvenes se han convertido en lectores gracias a la transparencia del lenguaje de José Emilio Pacheco y a una obra diáfana que nos refleja dejándonos ver lo que hay más allá de nosotros mismos.

“Su narrativa condensa intensidad, desentraña pulsiones humanas y no la nostalgia sino la memoria hace reverdecer un ‘nosotros’ que se ha ido, pero que sigue vivo en sus libros y se reinventa día a día”, señaló Tovar y de Teresa.

Elena Poniatowska, quien dijo que es imposible pensar en nuestra cultura sin José Emilio, sin Sor Juana Inés de la Cruz, sin Alfonso Reyes, sin Octavio Paz y Carlos Monsiváis, aseguró que cuando se habla de virtudes teologales, debería hablarse de las virtudes culturales de Pacheco, sus hallazgos, su tenacidad, su amor al trabajo bien hecho.

“José Emilio no toleraba el rechazo a los demás, ni la burla, ni el escarnio y puedo asegurarles que el mundo intelectual no se mide en cuanto a crueldad. Alguna vez lo vi correr tras de un colaborador rechazado y decirle: ‘Deme su artículo, sólo le faltan algunas precisiones, no se preocupe, vamos a publicarlo’. Desafiaba entuertos, encontraba en los demás cualidades ocultas y virtudes insospechadas. Nunca permitió que se demoliera a ser humano alguno. Y no es que le faltara sentido crítico, lo tenía en demasía, pero era superior su fe en que otros, además de los elegidos, fueran también capaces de difundir valores culturales. Nunca se sintió elegido. La pequeña frase ‘perdone usted’ estuvo en sus labios todos los días de su vida”.

El escritor y editor Hugo Verani consideró que son pocos los escritores como José Emilio Pacheco que nacen con tal maestría para la reflexión y la creación literaria. Su sabiduría, dijo, no fue un obstáculo para su capacidad inventiva, aunque solía repetir que él no inventaba nada.

“Su poesía, su vocación principal, bien puede ser concebida como un inventario de la desesperanza, en particular, de una ciudad, la suya, ésta, que ha perdido sus atributos, donde todo es ruina, hoguera y ceniza. Sin embargo, esta caracterización de su obra literaria, la más común y reiterada, es sólo parcial y está lejos de ser definitiva”, explicó.

Su gran amigo Julio Ortega conversó acerca de su amistad con el autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo. Dijo que conoció a Pacheco y a su esposa Cristina en 1969 y recordó que el escritor era un fanático de la correspondencia y del correo electrónico, y que en cada mensaje dejaba ver que era la persona más educada que ha existido en el mundo, siempre estaba pidiendo excusas por adelantado.

Darío Jaramillo expresó de todas sus facetas como escritor, la que más lo marcó es su poesía. “Una de las constantes en su trabajo es la crítica de los poderes, su permanente e insoslayable enfrentamiento con la violencia del poderoso”, puntualizó.

La lectura de poesía estuvo a cargo de Luis García Montero y Eduardo Lizalde, quienes evocaron algunos de los poemas más hermosos de José Emilio Pacheco, como El reposo del fuego. El homenaje concluyó con la participación del chelista Carlos Prieto, quien también fue amigo de Pacheco y para recordarlo interpretó tres movimientos de Johann Sebastian Bach.

 

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