Utopía
La retención del presidente Andrés Manuel y de su camioneta afuera de la sede de la VII Región Militar, en Tuxtla Gutiérrez, por 200 profesores pertenecientes a las secciones 7 y 40 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, integradas por decenas de miles, tiene diversas aristas. Entre otras las fallas del equipo de seguridad de López Obrador; las omisiones de los gobernadores de Chiapas, Rutilio Escandón, y de Michoacán, el corrupto e incompetente Silvano Aureoles, para dialogar con los demandantes y establecer soluciones a los reclamos del magisterio; la eficacia de las formas de lucha empleadas por un grupo de la CNTE que no representa al conjunto de los agremiados, o la capacidad de convocatoria es harto limitada.
Del último punto rescato opiniones consignadas aquí sobre la rijosidad y actos vandálicos cometidos en estados en que la CNTE es mayoritaria, como los mencionados y Oaxaca. El caso de Guerrero es paradigmático porque allí saquearon y/o incendiaron varias veces oficinas del gobierno estatal, la sede del Congreso y de los partidos Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática usando como pretexto las demandas de los padres de Los 43. Y los dirigentes de la CETEG se lavaron las manos denunciando que se trataba de provocadores, pero no hicieron nada para frenarlos.
La mecánica de la rijosidad y el vandalismo en el movimiento social tiene por lo general una que consiste en su crecimiento y multiplicación conforme los actores estiman que “el enemigo de clase” cede a sus “justas” reivindicaciones democráticas e incluso “revolucionarias”. Es sabido que cuando el gobierno de Enrique Peña, según varios testimonios, si bien reprimió todo lo necesario para imponer la llamada reforma educativa, también llenaba los bolsillos de algunos dirigentes a través de Luis Miranda, que no siempre los utilizaron “para la lucha” sino para fortalecer la economía personal, como el caso de un secretario general de la sección michoacana.
Que lo anterior suceda en franjas del movimiento social y político como es la CNTE, y con frecuencia más política que social, no tiene nada de extraordinario, forma parte de la larga y sinuosa historia de las luchas de los trabajadores manuales e intelectuales. Tampoco es novedad la ausencia de observaciones críticas de sus pares, la crítica fraternal, porque todavía prevalece la contemporización con casi todo lo que hacen los afluentes del movimiento social, destacadamente los feminismos vandálicos, el de los pueblos originarios frente al que intelectuales más del extranjero que de México son incapaces de realizar la menor crítica al neozapatismo de Marcos-Galeano.
Esta ausencia de contrapesos críticos al quehacer del movimiento social conduce a que los dirigentes opten por las acciones que a su juicio les acarrearán mejores dividendos por estridentes y rijosas. Así lo evidencia la aseveración del profesor que encabezó el bloqueo al vehículo presidencial durante más de dos horas: “con toda la disciplina que nos caracteriza vamos a replegarnos al otro camellón, al otro carril, el objetivo que nos hemos trazado ha sido cumplido, pero seguiremos demandando, presidente, la CNTE tiene voluntad política de negociar”.
¿Cuál fue el “objetivo trazado”? Sólo él lo sabe, pero lo dijo cuando la mayoría de los asistentes lo abandonaron, como terminarán haciéndolo con la CNTE de Chiapas que insistió en su propósito de bloquear la gira de AMLO, ignorando la repulsa generalizada a su torpe proceder, incluso por La Jornada.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.