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Las cajas de ahorro

Durante los últimos meses, miles de oaxaqueños han venido enfrentando una de las situacion es más dramáticas que a cualquier ciudadano le pudiera suceder; me refiero al hecho de ver perdidos todos sus ahorros generados a lo largo de toda una vida de esfuerzo y de sacrificio; pena que incluso pasa por el dolor de la desintegración familiar que genera el tener que emigrar hacia otras latitudes con el único afán de poder generar los recursos necesarios para la subsistencia familiar de los que aquí se quedan.

No hay que ir muy lejos, tan sólo aquí en el Valle Central, por no remitirnos a la Mixteca, Sierra Sur o la Cañada, se encuentra uno con pueblos donde la mayoría de sus habitantes son personas de edad avanzada o niños menores a los 12 años.

Lo anterior es consecuencia de que los hombres al llegar a su edad productiva bu scan, cual si fuera una tradición familiar o como única opción ante la falta de empleo, cómo traspasar la frontera norte con el propósito de alcanzar el ya conocido “sueño americano” y con ello abatir la pobreza que los consume.

Pues bien, muchos de esos recursos que envían nuestros migrantes oaxaqueños, con recurrencia, y dado el auge y facilidades dadas –ya por comisión o ya por omisión– para establecerse en la más remota comunidad, fueron a parar a las cajas de ahorro, donde no sólo les pagaban a los inversionistas a un tipo de cambio notoriamente inferior al prevaleciente en el mercado, sino que adicional en un principio les ofrecían servicios que dado lo impersonal del trato en las instituciones bancarias autorizadas, les resultaban benéficos a sus “socios”.

Dada la naturaleza de estas cajas de ahorro, que no son supervisadas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, pero que tampoco son reguladas en lo fundamental por dependencia estatal o municipal alguna; vieron en ellas la forma de hacerse de un “negocio” que efectivamente resultó floreciente a sus dueños o accionistas, pero desafortunadamente en detrimento de sus ahorradores, ya que bajo el garlito de pagarles altas tasas de interés, incluso al doble o al triple de lo que ofrecen las instituciones financieras sólidas, muchos de ellos optaron por aprovechar dicha ventaja, sin imaginar que el era el cebo de la trampa en la que hoy se enc uentran sumergidos.

Sin embargo, ante la indiferencia de las autoridades que tienen ante sí la posibilidad de alertar sobre el riesgo que esto significa, fueron cada día más las cajas de ahorro que cual flores del campo aparecían por todas partes.

Nombres rimbombantes, así como tasas y plazos atractivos fueron atrayendo a mucha gente que sin tener la menor cultura financiera, se fueron por la opción de buscar a quién le ofreciera un mayor rendimiento por sus ahorros.

Hoy vemos las consecuencias de tal omisión. Pero el asunto no termina aquí, ya que ha trascendido, que muchos de los beneficiarios de esos recursos ingresados a las cajas de ahorro, lo son en su mayoría personajes vinculados con la función pública; esto es, hay la sospecha de que esas cajas de ahorro sirvieron para financiar las actividades de candidatos y de funcionarios estatales, quienes simplemente no reintegraron esos recursos y con ello generaron la quiebra de la mayoría de ellas.

Me explico. Esas cajas de ahorro, para poder pagarles los interes es ofrecidos a sus clientes, tenían la obligación de colocar vía créditos los recursos captados, puesto que resultaba a todas luces evidentes que los bancos autorizados, ni con la intervención de sus mesas de dinero podrían otorgarles lo que ofrecían como réditos.

Esto es, si yo invertía 10 mil pesos y me pagaban un 18 por ciento de interés anual –cuando en los bancos ofrecían el 6 por ciento–, pues lo lógico y viable es que se colocará ese mismo recurso a la misma tasa, más un margen de utilidad para el intermediario, que generalmente varía entre los 4 y los 6 puntos; esto es que esos mismos 10 mil pesos las cajas deberían prestarlos a una tasa del 24 por ciento para poder enfrentar sus compromisos contraídos.

Cierto, algunos de esos dueños de las cajas de ahorro, de sviaron esos recursos para financiar a sus propias empresas, adquirir bienes inmuebles o financiar a candidatos bajo el compromiso de la protección futura, situación que no dista mucho de la realidad que hoy observamos.

Debo reconocer, que existen cajas de ahorro y Uniones de Crédito, cuyos estándares de control son notoriamente superiores al de las instituciones bancarias; lo que denota responsabilidad y solvencia en su operatividad: la UCICO, Acreimex (a pesar de su vinculación con otra caja), Inverprea, entre otras más quienes con el manejo escrupuloso de sus recursos otorgan seguridad y confianza a sus socios y ahorradores.

Quise señalar lo anterior para decir que afortunadamente hay cajas que si cumplen con su función de generar desarrollo económico y que afortunadamente su capital es de origen oaxaqueño. Se trata de la excepción a la regla.

Por eso sostengo, que ante tanta inconformidad de los ahorradores defraudados, lo menos que deben exigirle a los dueños de dichas cajas, es que muestren los nombres de quienes se vieron beneficiados con tales préstamos sin que a la fecha lo hayan reintegrado, ya que ante la opacidad de dicho dato y ante la falta de acción de las autoridades ministeriales por investigar los fraudes cometidos, la visión ciudadana es que se está protegiendo a esos personajes, que ya el colectivo los ubica como parte de la estructura de gobierno y de su partido.

Por eso, ante la sospecha, que mejor que la claridad de los hechos. Cabe señalar que por no estar regulados por la CNByV, aquí no cabe el tan socorrido “secreto bancario” por lo que al menos se debe informar en manos de quienes fueron a parar “los dineros” de miles de oaxaqueños que lo único que demandan es que se les regresen sus ahorros. De que hay un delito, por supuesto que hasta un pasante de derecho lo identifica, entonces cabe la pregunta:

¿Por qué no hay culpables en las cárceles?, ¿es que en verdad se protege a personajes de la alta esfera política local? Son sólo preguntas.

ADIÓS A LAS INDUSTRIAS

Por Mario Arturo Mendoza Flores (*)

Los oaxaqueños reconocemos que nuestro estado se caracteriza por diversos aspectos: su historia, su cultura, su gastronomía, su hospitalidad, sus bellezas naturales, su gente; asimismo sabemos que si algo nos hace falta son industrias que generen más empleos.

Quizá por eso, cuando nos preguntan que empresas importantes se ubican en nuestro estado, nuestra respuesta sea la misma: la cooperativa de Cemento Cruz Azul, la Fábrica de Papel Tuxtepec y la Cervecería del Trópico. Son pocas industrias, pero de gran relevancia. Sin duda que tan sólo por ubicarse en nuestro territorio, son nuestro orgullo.

Si hacemos un ejercicio serio para identificar cuáles otras industrias tienen el sello de ser oaxaqueñas, la verdad es que el resultado resultaría negativo pues fábricas como Triplay u otras como las refresqueras que se ubicaban en los valles centrales, han cerrado sus puertas.

Cierto, nos quedan algunos ingenios, pero desafortunadamente cada día son menos los que permanecen en operación. En pocas palabras, nuestro estado carece de industrias que generen empleos, y con ello el ingreso de recursos que sostengan la economía local.

Y sin embargo, ha existido un desdén oficial para impulsar el establecimiento de industrias que generen nuevos empleos; incluso, otros estados con menos ventajas competitivas como las que evidentemente cuenta Oaxaca, han logrado atraer diversas inversiones que generan esas plazas formales tan necesarias. Chiapas es el ejemplo más cercano.

El establecer nuevas industrias no es algo casuístico, sino el resultado de un plan de desarrollo económico y empresarial que indudablemente debería ser, no sólo parte de la estrategia del gobierno en turno, sino una de sus prioridades. Pero no lo es.

En Oaxaca se opta por lo que deje comisión para los contratantes; por lo que proyecte generación de empleos aunque sean eventuales y mal pagados; por lo que haga creer que se está avanzando.

Pero no, ni por equivocación para modificar positivamente nuestra aportación al Producto Interno Bruto Nacional, que dicho en palabras sencillas, es lo que aportamos para generar la riqueza nacional.

Esa riqueza (muy poca, por cierto; y peor distribuida), que en el caso de Oaxaca, ni siquiera se queda entre nosotros; es resultado de la falta de oportunidades y de garantías para invertir en nuestro territorio.

Los propios empresarios oaxaqueños han optado por trasladar sus inversiones a otros estados, y ni qué decir de los grandes consorcios nacionales que ante la indiferencia y falta de apoyo de nuestras autoridades gubernamentales estatales, optan por generar empleos en otros lugares.

Habrá quienes sostengan que esto es bueno pues es consecuencia de la defensa de nuestros recursos naturales; sin embargo, hay que reconocer que la indiferencia de la actual administración, no sólo ha impedido la creación de nuevas fuentes de empleo, sino que adicional con su falta de visión y su desdén, ha contribuido a que las pocas industrias que permanecían en Oaxaca, hoy se encuentren con sus máquinas apagadas, me refiero a la Fábrica de Papel Tuxtepec y a la Cervecería del Trópico, mejor conocida como la Fábrica de la “Corona”.

Mientras el gobierno le apuesta a la creación de empleos temporales e informales (basta con ver nuestras calles para comprobarlo), en contraparte su falta de compromiso para contar con un plan de desarrollo económico ha venido generando la pérdida de empleos permanentes.

Seré más preciso. Parte de la obligación de cualquier gobierno es la de propiciar mayores fuentes de empleo; pero no de cualquier tipo, sino de aquél que le represente al obrero o al trabajador la certeza de acceder a los beneficios sociales que por ley le corresponden.

Seguro Social, Infonavit, reparto de utilidades, vacaciones, entre otros derechos que la propia ley establece. Cierto, hablar de estos temas les provoca urticaria principalmente a los empresarios que en su mayoría suelen cumplir con sus obligaciones, pues saben de lo difícil que resulta sostener en estos tiempos sus empresas operando.

De ahí, que ante la falta de apoyo solidario del estado, últimamente industrias que para muchos representaban nuestro orgullo, hoy con suma tristeza nos enteremos que han cerrado sus puertas, ya lo mencioné Fapatux y la Cervecería Modelo son los dos grandes ejemplos.

De ahí que uno se pregunte: ¿no es papel del gobierno estatal coadyuvar a que estas industrias continúen operando?, ¿no fue una promesa de campaña el generar más empleos?, ¿no hay la capacidad para intervenir e impedir que dichas empresas retiren sus inversiones?

Probablemente y como suele suceder en tiempos electorales, el gobierno de Ulises Ruiz está más atento en buscar cómo generar obras que le permitan alcanzar dos objetivos: disponer de recursos para las campañas de sus candidatos; de ahí que sin planeación alguna se cierren calles al por mayor, bajo el argumento de embellecer a nuestra capital, y la segunda; la intención de proyectar que se están generando los empleos que tanto demandan los oaxaqueños, aunque estos no se apeguen a lo que establece la ley laboral.

Lo cierto es que ninguna de las dos pretensiones se cumplen; por el contrario la ciudadanía se muestra harta ante la falta de planeación y de poca transparencia de éstas obras, pero adicional se manifiesta inconforme pues ve, no sin irritación, como las pocas industrias ubicadas en el estado cierran sus puertas, ante la indiferencia e insensibilidad de las autoridades gubernamentales que terminan por apostarle y por alentar los empleos informales, aun en detrimento del comercio establecido.

Tal pareciera que nuestro destino fuera el decirle adiós a las pocas industrias oaxaqueñas que ante la falta de repuesta y de apoyo de ese gobierno que prometió “seguridad y empleo”, hoy optan por mejor apagar sus máquinas. Ojalá que la cementera de la Cruz Azul no le entre a esa dinámica de emigrar hacia donde les ofrezcan mejores condiciones de crecimiento, pues por más que hago memoria, no veo otras industrias que sean identificadas aunque sea de “refilón” como oaxaqueñas.

Indiscutiblemente que a Oaxaca y a los oaxaqueños nos urge el progreso, mismo que sólo se conseguirá si previamente hay unidad y paz para generar las condiciones para ello.

No podemos decirles adiós a nuestras pocas industrias. ¡No!

(*) Presidente del C.D.E. de Convergencia en el estado de Oaxaca.

 

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