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El péndulo del interés privado y la acción pública

En 2006 leí a un economista poco conocido pero que, ya debieron otorgarle el premio nobel –nos decía mi maestra Ángeles Lizon-, pero a la fecha no ha ocurrido desafortunadamente para Albert Otto Hirschman.

Con su interés privado y acción pública escrito en 1986 nos da elementos imprescindibles para conocer y explicar cómo y por qué los seres humanos transitamos de la esfera privada a la pública y viceversa en nuestras vidas.

Descubrió que el mecanismo de la decepción en el consumo conlleva a otras opciones o mecanismos: salida, voz y lealtad y que la insatisfacción en una estructura (comunidad, institución u organización) social moviliza a los sujetos a levantar la voz y participar en la escena pública, otros simplemente se salen de ella o continúan fatalistas confiando que por gracia de algún ser supremo cambie el estado de cosas.

Hirschman inicia su libro atacando a la economía neoclásica porque estos conciben las preferencias como dadas y no como un cambio en los gustos y preferencias de manera innegable como sostiene el economista de la India.

Es inevitable la decepción en el cambio de preferencias y deseos, pues implica cierta decisión o elección. Por ejemplo, cuando algo se desea y no se logra hay una decepción, aunque se ajuste la preferencia, es decir, cuando los individuos tienen un proyecto donde contemplan expectativas, estas como fruto de una valoración subjetiva que incluso en la mayoría de las ocasiones rebasa la realidad, cuando esto ocurre la decepción es mayor, pero cuando es cercano, los individuos se conforman temporalmente.

Dicho de otra manera la decepción es la esperanza que los mismos seres humanos fabricamos, nuestras expectativas. Esta varía según el aprendizaje y la relación con la decepción anterior (experiencia).

Cuando hay un proyecto vinculado a las expectativas los individuos la formulan en imágenes mentales, expectativas del grado de satisfacción que brindará la actividad. Los mecanismos de salida, cuando no satisfacen sus intereses individuales se irán al foro público con otro mecanismo que es levantar la voz, ambas conducen a la misma clase de acción.

De la búsqueda de una vida mejor por el individuo y su familia, entendiéndose “mejor” en términos de mayor bienestar social material se mueven a la acción pública: a la participación en asuntos públicos cívicos, comunitarios o políticos.

Es decir, ante el descontento y la decepción hay 2 tipos de reacción, la salida a la que prestan atención los economistas y la única que consideran eficaz y la voz, pueden alzar la voz y participar en diversas acciones que van desde la queja y pedir devolución (privada), hasta la acción pública en aras del interés general. En este caso la salida significa una clase de acción, aunque los dos mecanismos conducen una acción pública.

Considera Hirschman que los factores exógenos desempeñan un papel decisivo en la aparición de los puntos de inflexión periódicos y que han recibido un lugar principal cuando explican el cambio de comportamiento. Este es un buen argumento para señalar que hay factores de empuje olvidados detrás de los cambios observados.

Estos son precisamente los factores que propician una transformación de las preferencias de las grandes masas de individuos cuando se movilizan del interés público hacia el interés privado.

Hay mecanismos causales que motivan la participación y la decepción, que tratan de explicar los desplazamientos de los intereses privados a la acción pública y viceversa, describiendo los procesos que ocurren reiteradamente durante un periodo prolongado.

Notamos que en los actos de consumo, al igual que los actos de participación en los asuntos públicos, se realizan porque se espera obtener satisfacción. Pero también generan decepción e insatisfacción.

Esto ocurre de diferentes maneras y grados, pero en la medida que la decepción no se elimina por un ajuste instantáneo de las expectativas hacia abajo, todo patrón de consumo o de uso del tiempo conlleva la decepción e insatisfacción.

No existe el antónimo de decepción, que sería como “sorpresa agradable”. Pero en el caso de una experiencia efectiva se produce alegría, felicidad, éxtasis. Por lo tanto, nos encontramos con una asimetría entre la experiencia efectiva y la decepción. La decepción en el consumo humano tiene que ver con las expectativas y la experiencia efectiva con la felicidad.

Al explicar los virajes de la vida privada a la vida pública y a la inversa, la noción de la decepción ha dotado de un mecanismo crucial. La decepción implica cierta decisión o elección anterior errada.

Tenemos varios actores públicos-públicos ahora mismo, pero también hay quienes estuvieron en la escena pública y ahora se han replegado a su vida privada en nuestro país. También los hay quienes ni se conocían y están saltando a la arena de lo público.

La misma sociedad mexicana se haya “quieta” en estos momentos, pareciera que el péndulo está hacia lo privado, pero es necesario mirarla en sus diferentes niveles y variaciones de decepción; intensidad e incidencia en relación a las actividades y acciones colectivas que realicen en las próximas semanas, meses y años.

 

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