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Indignados marchan en paz, pero en Palacio Nacional un grupo estalla en violencia

Ciudad de México, 9 de noviembre (SinEmbargo).- Una vez más, miles de ciudadanos indignados salieron anoche a las calles de la capital del país a protestar por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.

Si en las manifestaciones anteriores la tónica la habían marcado los estudiantes organizados, la protesta de ayer por la noche -que avanzó de la Procuraduría General de la República (PGR) al Zócalo- se distinguió por ser una convocatoria espontánea, difundida principalmente a través de las redes sociales.

Y también porque fue la primera manifestación de las convocadas en solidaridad con los normalistas y sus familias que terminó en un zafarrancho: un grupo de entre los protestantes le prendió fuego a la puerta del Palacio Nacional, símbolo del gobierno federal. También fueron lanzados gases lacrimógenos desde la parte alta de dicho edificio. Casi a las 11 de la noche, los granaderos llegaron a la escena, lo que desató un enfrentamiento.

Aunque no fue tan numerosa como la última marcha -que colmó de gente Paseo de la Reforma desde el Zócalo hasta la Estela de Luz- las consignas parecían gritarse anoche con más fuerza, con más rabia.

La masiva marcha sacó a las calles lo mismo a jóvenes que a adultos, ancianos y a familias completas, que así respondieron a un llamado hecho de forma espontánea por los mismos ciudadanos.

Fue también una respuesta al “Ya me cansé”, con la que el pasado viernes 7 el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, remató la conferencia de prensa en la que informó sobre el asesinato “de un amplio número de personas” y el hallazgo de restos humanos calcinados en un basurero del municipio guerrerense de Cocula, que podrían ser de los 43 normalistas desaparecidos forzadamente por policías municipales el pasado 26 de septiembre en Iguala, aunque el gobierno federal aún no lo confirma.

El “Ya me cansé” de Murillo Karam -que vino tras 34 minutos de responder a preguntas de la prensa sobre el caso y defender la que llamó una “investigación exitosa”, misma que los padres de familia de los 43 normalistas desaparecidos rechazaron por no ser concluyente- bastó para que, en unas horas, un llamado en las redes sociales a realizar el mismo viernes una velada en el Ángel de la Independencia, tomara forma de una espontánea marcha y protesta frente a la sede de la PGR.

Y aun más, porque de ahí salió el llamado a otra manifestación, la que se realizó anoche.

Con la sede de la PGR como punto de encuentro, los manifestantes se fueron sumando a la protesta desde antes de las 8 de la noche. Un grupo que venía del Ángel de la Independencia llegó, sonoro, contando del 1 al 43, como ya se ha hecho habitual en las movilizaciones en solidaridad con los normalistas, para recordar a los estudiantes desaparecidos.

La pinta, hecha una noche antes, con la frase “Ya me cansé del miedo”, que quedó plasmada afuera de la oficina donde despacha el abogado de la Nación, ya había sido borrada.

Una enorme bandera de México, con los colores verde y rojo cambiados por lienzos negros, y al centro, rodeando el escudo nacional, la leyenda “El Estado ha muerto” era llevada en andas entre varios.

Poco a poco y conforme comenzó a avanzar el contingente, los manifestantes se fueron sumando hasta formar un inmenso grupo que abarrotó los carriles centrales de Paseo de la Reforma en dirección al Zócalo.

Del “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, los ciudadanos indignados pasaron a corear consignas como “Que no te engañen, el gobierno es el culpable”.

Mientras el Procurador dijo el viernes que “Iguala no es el Estado mexicano”, en las calles la gente le recuerda la responsabilidad de esa estructura a la que pertenece y, con pancartas y consignas, refrendan: “Fue el Estado”.

La frase, que comenzó como una contundente expresión manifestada en el Zócalo capitalino hace unas semanas, se convirtió anoche en una de las consignas más coreadas por los manifestantes.

El grito de “¡Fuera Peña!” también resonaba fuerte.

Algunos cargaban las fotos de los normalistas desaparecidos, otros llevaban pancartas y mantas hechas a mano; otros caminaban con veladoras encendidas, mientras improvisaban consignas contra el gobierno de Peña Nieto.

“¿En dónde están?”, gritaron algunos una pregunta que al cumplirse 43 días de la desaparición forzada de los estudiantes sigue sin respuesta.

“¡Vivos los queremos!”, reclamaban, por aquí y por allá, los manifestantes. Fue una marcha muy heterogénea y eso se notaba hasta en las consignas, pues no todos coreaban las mismas simultáneamente.

“Castigo a los culpables”, “No estoy cansado, estoy encabronado”, se escucharon también entre los gritos de los manifestantes.

Pero cada tanto, se repetía el conteo del 1 al 43, para recordar a cada uno de los normalistas desaparecidos. Por momentos, el grito final de “¡Justicia!” cambiaba por el de “¡Vivos!”.

Y con ese conteo, el contingente, que ya para entonces inundaba toda la calle 5 de Mayo, entró a la principal plaza del país, para hacer de nueva cuenta patente su indignación y su exigencia de justicia.

“Hoy queremos decirle a ese Estado que ya nos cansamos. Nos cansamos de la impunidad, de la corrupción, y de estar siendo asesinados todos días. Nos cansamos de su autoritarismo, de su constante violación a los derechos humanos y de que nos despojen de nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro”, leyó al término del evento una joven frente a Palacio Nacional.

En el pronunciamiento se llamaba a toda la sociedad a continuar movilizándose y a “organizar esta digna rabia”.

También refrendaba que la marcha era también de un reclamo antes las autoridades mexicanas no sólo por la cuestionada versión que dio el viernes pasado el Procurador Murillo Karam sobre los normalistas, sino también por los asesinatos, las desapariciones forzadas, las ejecuciones extrajudiciales y la criminalización y persecución de defensores de derechos humanos y líderes sociales que han ocurrido en la historia reciente del país.

El discurso, cuya lectura terminaba al tiempo que algunos manifestantes comenzaban a derribar las vallas que rodeaban Palacio Nacional, terminó con una propuesta, que es también un reclamo: “Es la sociedad organizada la única que puede hacer que se vayan, que se vayan todos”.

Cuando la lectura terminaba, una veintena de manifestantes derribó las vallas que impedían el paso a la fachada del inmueble y sorteó otras hasta llegar al enorme portón de madera.

Luego varios los siguieron y, frente a la fachada, para entonces custodiada apenas por unos cuantos guardias, comenzaron a gritar “¡Asesino! ¡Asesino!”, en referencia al Presidente Enrique Peña Nieto, a pintar la puerta con aerosol y a intentar derribarla.

Luego le prendieron fuego.

Mientras, tras las vallas caídas, decenas de manifestantes les gritaban: “¡Sin violencia! ¡Sin violencia!”, reprobando la acción y recordándoles la tónica que había distinguido a las marchas recientes.

De entre quienes se encontraban cerca de la puerta, unas voces respondían: “¡Acción directa!” o “¡No al pacifismo!”.

“Los están provocando”, sugirieron entonces algunos de los que permanecían atrás de las vallas derribadas. Para entonces, los escasos guardias que habían salido cuando el primer grupo tiró las vallas había desaparecido.

Casi a las 11 de la noche, los granaderos llegaron a la escena, lo que desató un enfrentamiento.

Con piedras, jóvenes repelieron a los granaderos, que se cubrieron con sus escudos.

Una nube de gas rodeó la parte frontal del edificio, desde donde no despacha el Presidente, pero se encuentran otras oficinas, como las de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. El carro de sonido que acompañó la protesta recordó que la marcha era pacífica.

Pero no sirvió demasiado a los manifestantes enardecidos, que lanzaron consignas contra el mandatario mexicano y arreciaron, con más violencia, sus ataques al edificio de gobierno.

Entre los manifestantes, muchos reprobaron a los que decidieron quemar la puerta del Palacio. De hecho, ante los actos de violencia, familias y gente que al principio siguió la marcha se fue retirando.

En la parte más violenta de la noche, mucha de la gente que iba en la marcha abandonó el lugar y se quedaron sólo los grupos que atacaron a la policía y quemaron la puerta.
Además, un hombre fue golpeado por una turba.

MARCHA 43X43 LLEGA AL DF

La caminata de la marcha 43×43 comenzó en Iguala el pasado 3 de noviembre. La idea era formar un contingente de 43 personas, representantes de igual número de organizaciones civiles, para recorrer a pie los 191 kilómetros que separan la ciudad donde los 43 normalistas fueron agredidos de la capital del país. Pero conforme la marcha fue avanzando, el contingente ha sumado y restado participantes.

Los hay quienes partieron de Iguala y acompañaron el recorrido hasta Cuernavaca, así como quienes se fueron incorporando conforme pasaron los días, como Lucero, de 37 años, y Ciriaco, de 55, quienes provienen de Tamazunchale, San Luis Potosí, o quienes se sumaron a la caminata sólo un rato, como Irma Lugo, residente en la delegación Tlalpan que se incorporó al recorrido en el poblado de Parres, en los límites entre el Distrito Federal y Morelos.

Al salir este sábado por la mañana del poblado de Tres Marías, en Huitzilac, Morelos, los integrantes de la caravana sumaban 59 y se dirigían a su última penúltima parada, la delegación Tlalpan, en el sur de la Ciudad de México. De ahí saldrán este domingo rumbo al Zócalo, donde realizarán un mitin.

Así como el número del contingente es variable, también ha cambiado el objetivo de la movilización. La conferencia de prensa del Procurador Murillo Karam les hizo virar el reclamo por la desaparición de los 43 normalistas en Iguala a una exigencia de que el funcionario deje su cargo.

Se trata de una marcha pacífica, dijo reiteradamente su vocero y líder del Consejo Estatal de Organizaciones capítulo Ciudad de México, José Alcaraz a SinEmbargo, así como también insistió en señalar que es responsabilidad del Estado encauzar las causas sociales, muchas de las cuales se han solidarizado con el caso de los normalistas de Ayotzinapa.

Alcaraz apuntó una idea que desde la sociedad civil organizada ha sido reiterada desde que se difundió la noticia de la desaparición de los 43 estudiantes: que Ayotzinapa no es un caso aislado, antes bien es “el reflejo del nivel de descomposición del país”.

Alcaraz expuso sus ideas mientras caminaba, casi al final de la marcha, con la que, dice, se solidarizaron 85 agrupaciones de todo el país. Al paso de los caminantes sobre la carretera federal México-Cuernavaca, algunos automovilistas tocaban los cláxones de sus vehículos en solidaridad; unos cuantos se detenían y les entregaban aguas, fruta o galletas para hacer más llevadero su recorrido.

Frente a él avanzaba Carmen Mercedes Lugo, habitante de Tlalpan, quien por momento caminaba y por momentos subía a los vehículos que acompañan a los marchantes, agotada de andar a pie.

Ella hablaba no sólo del asunto de los normalistas, sino de la inseguridad que prevalece en la delegación en la que vive. Lucero también contó cuestiones más domésticas, como la inseguridad que persiste en la ciudad de Nuevo León, a donde emigró para trabajar. Ciriaco en realidad sabe muy poco sobre lo que ocurrió con los 43 estudiantes en Iguala, pero la inseguridad también estuvo en sus palabras cuando habló de los problemas que le aquejan.

Situaciones cotidianas que confluyen en una problemática común.

Para el vocero de la marcha, los hechos ocurridos en Iguala bien pueden ser el “hilo de la madeja” que articule una transformación social, pero para ello es necesario, dijo, que “el hilo de la madeja pase por la organización de la sociedad civil”.

En su opinión, el gobierno apuesta por la división de las organizaciones y el agotamiento de los reclamos sociales. De ahí que considere esencial buscar maneras de articular las distintas manifestaciones sociales en un “gran movimiento nacional”.

 

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