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Pierde Cordero prueba de regateo en mercado de Oaxaca

OAXACA, OAX., septiembre 21.- Fue el estira y afloja de una negociación económica, el regateo, el verdadero movimiento monetario en el mercado, el poder de convencimiento para estirar el dinero en medio de un escenario de crisis del país.

Fue también el reclamo de una clase económica que no olvida la burla o la guasa de una declaración desafortunada en medio del desgaste en los bolsillos de la mayoría de los mexicanos.

El ex Secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo, se lanzó al baño de pueblo en el corazón de Oaxaca.

Bajó de la lujosa camioneta y caminó sobre los pasillos del Mercado 20 de Noviembre, flanqueado por políticos oaxaqueños, guaruras y reporteros.

Se abrió paso entre las tlayuderas, chapulineras y tejateras, enfilado al puesto de aguas de Casilda.

–Quiere chapulines… blandas o tlayudas…tejate…-, recibía el coro al aspirante a la Presidencia de la República.

Su rostro les parecía conocido, pero la cargada de los diputados del PAN, encabezados por la presidenta de la mesa directiva, Eufrosina Cruz Mendoza; el coordinador de la bancada local, Juan Mendoza Reyes, e Ivón Gallegos Carreño, así como reporteros, fotógrafos y el cuerpo de seguridad federal detrás de él, lo revelaba todo.

Cordero era acompañado también por la señora Ángeles Terrazo, madre del extinto ex secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo.

–Ha de ser un famoso-, cuchicheaban las marchantas entre sí, con la naturalidad de quien observa el mismo escenario a medida que se acercan los tiempos electorales.

–Blandas o tlayudas-, continuaban ofertando.

Sonrisa pletórica. La mano se movía de izquierda a derecha en el aire y de vez en vez se estrechaba en las ásperas diestras de las marchantas.

–¡Chapulines, a veinte la bolsita!-, le ofreció la mujer con el rostro ennegrecido por el Sol. Atentas las cámaras para la placa: Cordero comía chapulines en el mercado.

Seguía el paseo hasta llegar al puesto de Casilda con un recibimiento inesperado.

–Pásele. Le invito un agua con mis seis mil pesos que gano-, recibió el señor Alejandro Herrera, quien tomaba agua de horchata con tuna.

Cordero pidió del mismo sabor que el de su increpador, tomó un sorbo y alegó nuevamente en su defensa:

–Yo no dije eso… Nunca mi comentario fue en ese sentido; al revés, fue hacer un reconocimiento a todas las familias que con ingresos modestos estiran su presupuesto, hacen rendir su dinero y hacen una gran es fuerzo para sacar adelante a sus familias.

–Señor, señor. Regálenos una foto con las vendedoras-, rescató otra voz y de inmediato Cordero se zafó del reclamo.

–Si le creo-, rectificaba Herrera ante los reporteros que le preguntaron del diálogo casi imperceptible entre él y Cordero.

A la hora de pagar, Alejandro quiso hacer efectiva su invitación de samaritano desafiante, pero a ambos la propietaria del puesto de Casilda les condonó el pago, como “cortesía a tan distinguidas personalidades”.

–Eso hacemos con nuestros visitantes: ex presidentes, artistas, gobernadores y hasta con personas que no les alcanza-, argumentó la expendedora de aguas.

Cordero posó para la foto y dialogó con las mujeres. Ahí se comprometió a regresar el 16 de octubre próximo para celebrar el 85 aniversario de Aguas Casilda.

–Agenda eso-, ordenó el político a su asistente.

Luego pidió a su comitiva:

–Ahora sí vámonos, pero dejen los vasos. No se los lleven.

El político panista dio dos pasos, pero fue atajado de frente por la matrona Ángela Martínez, mujer encorvada y con piel estropeada, curtida por los años, a cuestas la pobreza ancestral.

–Cómpreme usted las nueces; de a 40 la bolsa-, emplazó al ex Secretario de Hacienda.

–Deme una.

–Le voy a dejar las tres por 100-, contraofertó de inmediato la comerciante a un precandidato que sólo levantó las cejas y, sin más remedio, aceptó las condiciones que le impuso la vendedora.

–No, no, sólo deme una-, rectificó el aspirante a la Presidencia de la República.

–No sea usted codo; es más, se lleva toda la bolsa y son dos treinta-, emplazó la nuecera.

–Bueno jefa, pero ya no quiero más-, cedió el político y se apresuró a darle a la vendedora un billete de a 200 pesos.

–Que son dos treinta-, reclamó ésta.

–Le doy doscientos-, intentó negociar el ex responsable de las finanzas del país.

–No, que son dos treinta-, sentenció la vendedora, su vista sobre los ojos verdes claros de su marchante.

Cordero sacó un billete más de 100 pesos y lo dio a la comerciante, en una escena que se había tornado chusca.

La mujer guardó los dos billetes y puso en manos del político panista una bolsa de cacahuates, además de agregar un puño de jarritos.

–Tenga. Este es su cambio-, puntualizó la matrona con gesto triunfante del regateo.

Los reporteros que no perdían la escena comentaron que de ser diputada federal, Ángela Martínez no tendría dificultad alguna para sacar adelante el Presupuesto de Egresos de la Federación que Cordero entregó al Congreso de la Unión antes de renunciar a su cargo para buscar la candidatura de su partido, el PAN, a la Presidencia de la República.

Tras el estira y afloja de la negociación económica, el visitante enfiló sus pasos por los pasillos del mercado oaxaqueño, buscando la salida.

En la esquina de Las Casas y 20 de Noviembre, ante la mirada expectante de peatones, Cordero y la madre del malogrado Mouriño Terrazo abordaron una camioneta que los llevó a cumplir el resto de la agenda: comida con el gobernador Gabino Cué Monteagudo y más tarde un encuentro con la militancia panista de Oaxaca.

 

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