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La Carambada, “asesina” de Benito Juárez

SIN DERECHO A FIANZA

—Primera parte

“Tocóme la fortuna de haberme sentado a la derecha del Presidente de la República, a quien procuré atender con galantería, no sin depositar furtivamente en su copa el fatal dedalillo que debería conducirlo al sepulcro. Me pareció que ninguno de los comensales me vio vaciar el tóxico en la copa del Presidente”.

Esas palabras las pone Joel Verdeja Sousse (después será Soussa) en boca de Oliveria del Pozo, personaje principal de su libro “La Carambada. Realidad mexicana” (Editorial Polis. 1941), y con ello comienza el mito de que Benito Juárez murió envenenado con “veintiunilla”, la yerba que mata a los 21 día de ingerida.

Más de setenta años después de esa publicación, hay mucha gente que cree que en realidad Juárez fue asesinado, pues pseudo-historiadores han propalado esa versión que inventó el escritor. A eso contribuyen páginas como las del gobierno del estado de Querétaro donde se cuenta una historia deformada:

LEYENDA DE “LA CARAMBADA”

“Leonarda Emilia (nombre real de ‘La Carambada’) fue originaria de un pueblito de indios cercano a esta ciudad, llamado ‘La Punta’. En los tiempos del imperio de Fernando Maximiliano de Habsburgo, Leonarda se enamoró de un militar imperialista, y al ser tomado prisionero su amado, acudió a todas las autoridades, incluidos Benito Zenea, en aquel entonces gobernador de Querétaro, y Don Benito Juárez, presidente de la República, para solicitar el perdón para su amado. Ante la negativa, juró venganza. Fue así como se hizo bandolera.

“La fama de ‘La Carambada’ trascendió por su agilidad para el manejo de la pistola, el machete e incluso para cabalgar. Sin embargo, se dice que tuvo contacto con una yerbera que le enseñó los efectos de la veintiunilla, una yerba cuyos efectos son la muerte de la persona que la toma justo 21 días después de ingerirla.

“Nunca ha sido confirmado, pero lo cierto es que ‘La Carambada’ tuvo un contacto con Don Benito Zenea veintiún días antes de su muerte. Asimismo, también Don Benito Juárez tuvo ese contacto con Leonarda, y murió a los 21 días de este encuentro. La causa de la muerte de ambos fue angina de pecho, pero se dice que fue así como ‘La Carambada’ culminó su venganza”. (www.queretaro.gob.mx ).

También se informa que, una noche, un grupo de rurales intentó aprehender a Leonarda “por la hacienda de la Capilla, camino de Celaya”; se liaron a tiros; “La Carambada” fue herida por cinco balazos. Creyéndola muerta, la llevaron al hospital para hacerle la autopsia, pero al día siguiente se descubrió que aún vivía; pidió un sacerdote, a quien le confesó toda su historia y murió dos días después.

Los que publican esa información en el portal del gobierno queretano, seguro que no son historiadores. Porque no acudieron al libro de Verdeja Sousse, tampoco al libro de Valentín F. Frías (a quien se considera el padre de la historia queretana), donde habla de la “Carambada”. Mezclaron lo que circula en la Internet.

“Nunca ha sido confirmado, pero lo cierto es que ‘La Carambada’ tuvo un contacto con Don Benito Zenea veintiún días antes de su muerte”.

Nunca ha sido confirmado, “pero lo cierto es”. Si no se confirma, no se puede afirmar que es cierto.

“Asimismo, también Don Benito Juárez tuvo ese contacto con Leonarda, y murió a los 21 días de este encuentro.”

Pero sí afirman que Juárez estuvo con la mujer en los días convenientes. Esos autores no conocen su historia regional, porque también publican:

“Leonarda se enamoró de un militar imperialista, y al ser tomado prisionero su amado, acudió a todas las autoridades, incluidos Benito Zenea, en aquel entonces gobernador de Querétaro”.

Por cierto, el veracruzano Benito Santos Zenea, no era gobernador de Querétaro en 1867 (cuando mueren Maximiliano y el supuesto amante de la “Carambada”); lo fue del 21 de marzo al 21 de abril de 1868. Y luego, del 17 de abril de 1873 al 15 de septiembre de 1875.

La “versión” de Verdeja Soussa

En su libro, el escritor crea un personaje de prosapia. Dice la bandolera: “Mi nombre es Oliveria del Pozo. Mi madre fue pariente muy cercana del Emperador Iturbide y mi padre hijo bastardo del Conde de Moncada y de una india huachichile originaria de Pozo del Carmen, de ahí el origen de su apellido. Yo nací en la hacienda de Batan, en el año de 1842. Mi padre murió el año de 1846 combatiendo con (sic) los americanos en el ataque de tenería. Mi madre fue horriblemente vejada por el federalista Mariano Salas, que, en connivencia con el voraz Gómez Farías, la despojaron de sus bienes.

“Mi madre se trasladó a Paris tan pronto pasó la invasión americana, y así pude ser internada con las monjas del Sacre Coeur. Dos años más tarde y muerta ya mi madre, conocí al padre Montes de Oca, que hoy es obispo de Tamaulipas y pariente también mío, por cuyo medio supo Maximiliano mi parentesco con Iturbide, siendo por ello nombrada dama de compañía de la Emperatriz, juntamente con las condesas de Kollonitzy y de Zichy. Ese fue el principiode todas mis desgracias”.

Nada menos. Si se fueron a Francia en 1849, ella tenía siete años, dos años más tarde, a la muerte de su madre, tendría nueve, y difícilmente alguien, pariente o no, la recomendaría como “dama de compañía”, y mucho menos con Maximiliano quien, en esa época, ni en sueños imaginaba que los clericales conservadores lo llamarían para gobernar el país más de una década después.

Es curioso que ella se enorgullezca de su origen pero omite el apellido de la madre, pariente de Iturbide, lo que le depararía un lugar especial, incluso un título nobiliario, ya que Maximiliano sentía admiración por el defenestrado primer emperador; incluso quiso adoptar a un hijo de Agustín. En el libro, ese origen ficticio de la “Carambada” es útil para acercarla a la corte donde se enamorará de un oficial: “José Joaquín Rodríguez, jefe de su Estado Mayor”.

Aunque este enamorado merecía que lo fusilaran por andar mintiendo a la gente, pues engañó a la “Carambada” y también a Verdeja Sousse; ya que el Jefe del Estado Mayor de Fernando Maximiliano era Severo del Castillo, y ni era coronel ni era joven: era general y ya estaba bastante madurón. [Del Castillo sí aparece en el libro, pero como aspirante a padrino de bodas de Oliveria].

Verdeja convierte a la futura bandida en una mujer muy hermosa, que despertará la lujuria de Maximiliano, como lo describe en una escena donde ella yace en su cama con poca ropa cubierta por una sábana. El austriaco, creyéndola dormida, la descubre y admira sus formas. En otra ocasión el emperador entra al baño donde ella está desnuda, sin embargo, no lo rechaza, dice ella “por vanidad de que viese mis perfecciones” y le permite que él la acaricie y la bese y lo deja “que se arrodillase extático delante de mí”.

A la caída de Querétaro, su amante es apresado. Ella intenta verlo pero el coronel Zenea lo impide. Ella busca a Juárez en San Luis Potosí, quien le niega el indulto. Al regresar a Querétaro, a su novio le han aplicado la “ley fuga” por órdenes de Zenea. A partir de aquí, ella se convierte en el terror de la comarca en la espera del día de su venganza.

Forma una gavilla con el famoso Macedonio “Cucho” Montes (llamado así por una deformidad en los labios y muerto en realidad en 1840) y el “Compadre Atilano”, otro personaje queretano importante y se cambia el nombre por el de Leonarda Medina.

Luego de cometer muchos ilícitos, en 1872 decide viajar la ciudad de México acompañada de Atilano a cumplir su venganza contra Juárez. En San Juan del Río un ganadero les habla de la “veintiunilla” y de que, en Nopala, Hidalgo, una vieja la prepara en brebaje para matar. Llegan a Nopala, Leonarda consigue la pócima y arriban a México.

Verdeja Soussa prepara el destino para que la “Carambada” conozca a Guillermo Prieto cuando éste la chulea en un mercado. El poeta de inmediato los acerca con Sebastián Lerdo de Tejada (quien estaba en Querétaro cuando ella fue a pedir el indulto), de tal suerte que son invitados a una cena con el Presidente en casa de Lerdo. Sebastián la presenta con Juárez; el indio de Guelatao tiene excelente memoria, pero por alguna razón no la recuerda.

Su suerte sigue, al grado que, a la desconocida, la sientan a la derecha del presidente. Algo prácticamente imposible. Seguramente al reciente viudo la deslumbró tanto su belleza que la quiso junto a él.

Así, el universo se confabula para que ella, ante tantos invitados, criados y guardias, le pueda poner el veneno en la copa a Juárez sin que la vean, excepto Lerdo, quien sí lo advierte pero no dice nada, incluso alienta a Benito a que beba. Como presidente de la Suprema Corte, sería sucesor del oaxaqueño.

Claro, todo pasaba exactamente veintiún días antes de la muerte del Patricio, si no la yerba dejaría de llamarse “veintiunilla”.

 

julio 2012
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