OAXACA, OAX., diciembre 30.— ¿Por qué al escritor de literatura para niños más leído en el país, Francisco Hinojosa (Ciudad de México, 1954), hay que preguntarle sobre la situación del “Estado fallido”, para algunos, o “narcoEstado”, para otros, que es México?

Si él lo que hace es libros como “El castigo de Lucas” (Nostra Ediciones), con ilustraciones de Ignacio Zárate Huízar, que, por cierto, presentó en la pasada 33 Feria Internacional del Libro de Oaxaca.

Misterio, diría Fedro Carlos Guillén. Misterio similar a aquel que éste relata en su pregunta: “¿Por qué un señor que escribe ‘Todas las mañanas entra por mi ventana el señor sol’, es millonario?

Quizá sea —lo de la pregunta del quid—, porque la intuición periodística existe. Y se sabía que iba a ser reconocido un problema como el del cura pederasta de Villa Alta, Sierra Norte, Oaxaca.

Si bien no se preveía que el arzobispo de Oaxaca, José Luis Chávez Botello, no estuviera en la “tradicional” conferencia de prensa —en la cual cada ocho días ‘tira línea’ a los principales periódicos del Estado— del domingo pasado, cuando tenía que haber respondido personalmente sobre aquel asunto. ¿Misterio?

Desde luego, Francisco Hinojosa, cuya primera obra editorial la hizo en Oaxaca, y cuyo primer libro dirigido a niños fue ilustrado por Francisco Toledo, no sabía nada de esta desgracia cuando brindó la presente entrevista.

Para él, como para tantos, la posibilidad de solucionar el problema de Oaxaca, México y el mundo, está en la educación y la cultura —recordando siempre que, como dijo José Vasconcelos, la primera incluye a la segunda.

“Una experiencia importante —dice— tiene que ver con Medellín, Colombia, una ciudad que era crimen, violencia social y familiar, y en la que el alcalde Sergio Fajardo gastó el presupuesto en la educación y la cultura, y recuperó la confianza de la gente, y a Medellín, le regresó la categoría de ciudad”.

En tiempos en que se mezclan pederastia, crimen organizado, “Estado fallido” o “narcoEstado”, encubrimientos por parte del poder de la Iglesia católica y demás desgracias, los escritores de libros para niños tienen que hablar del tema.

¿Qué más desgracia?