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¡Viva México!

Los mexicanos somos una raza rara. Somos capaces de suspender toda actividad económica o educativa para ver el futbol y con la camiseta sin sudar terminar ya sea con el corazón henchido o bien sumamente abatidos y frustrados por los resultados.

Pero somos incapaces de marchar al pie del Ángel de la Independencia o alrededor del Zócalo de nuestro pueblo para protestar por la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con respecto al incendio en la guardería ABC, el asesinato de dos niños en un retén de Tamaulipas, o la artera ejecución de otro menor en la frontera entre México y Estados Unidos a manos de un policía gringo.

Los mexicanos somos una especie absurda. Exigimos un cambio real y verdadero, pero en cada contienda electoral votamos por los políticos de siempre, los que vienen con las mismas promesas de empleo y seguridad, medicinas baratas y educación al alcance de todos y no recordamos que hace tres o hace seis años, nos hicieron la misma promesa y no nos la cumplieron.

Los mexicanos somos una especie insufrible. Somos capaces de escuchar que un político ordene violar garantías, coludirse con presuntos pederastas, incurrir en delitos electorales, y los justificamos con la legalista salida de que son pruebas obtenidas de manera ilícita.

Así, con nuestra hipocresía contribuimos al tejido diario de ese manto de impunidad que impide el avance democrático.

Los mexicanos somos una especie irreflexiva. Vemos a los candidatos de todos los partidos gastar en basura electoral; es decir, en perifoneos, plásticos y trípticos cantidades ofensivas, que a todas luces rebasan los topes de gastos de campaña, y nos olvidamos que quienes suplican por el voto han tenido ya la oportunidad de demostrar su pretendido amor a Tuxtepec o a Oaxaca, y no lo han hecho.

Los mexicanos y los oaxaqueños en particular privilegiamos la esperanza a la experiencia. Queremos pensar, como la mujer golpeada, que ahora sí, cambiarán las cosas y nos olvidamos que ya antes nos lo habían prometido e incumplido.

En pocas palabras, a los mexicanos y a los oaxaqueños en particular nos falta memoria, pero nos sobra pasión fubolera; nos falta razonamiento crítico, pero nos sobra la fe y el regionalismo aldeano.

Total que al fin de cuentas como México no hay dos. Por eso se dice que los pueblos tienen –sencillamente– los gobiernos que se merecen.

 

junio 2010
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