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Rebasa delincuencia común a la policía en Centro Histórico de Oaxaca

OAXACA, OAX., septiembre 4.- Las corporaciones policiacas de la entidad, estatales y municipales, han sido rebasadas por la delincuencia común en pleno centro de la capital oaxaqueña.

Y es que no hay guardianes del orden, ni uniformados ni encubiertos, que presten auxilio al momento de un asalto a mano armada o a empellones en contra de mujeres e infantes, principalmente.

La delincuencia común se ha modernizado, al grado que montados en motocicletas pasan y arrebatan bolsas a las personas.

En el Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca es ya versión obligada escuchar el cuestionamiento: ¿a quién no han asaltado, a quien no le han robado un teléfono celular, una computadora laptop o una mochila?

El descontrol que inicia en los mandos de las corporaciones se refleja en los policías.

En la primera calle de Miguel Cabrera y Aldama, las cámaras de video instaladas resultan inoperantes porque son cubiertas por centenares de puestos de vendedores ambulantes, tolerados por el Ayuntamiento capitalino.

Aproximadamente a las 14:00 horas del 31 de agosto pasado, a plena luz del día, esta reportera fue asaltada por un individuo que se cubría entre los puestos de discos piratas, ropa y frutas, pasando debajo de la cornisa de los almacenes de ropa y supermercado en que se ha convertido una parte del viejo hotel de la familia Cué.

Pasé frente a conocida sucursal bancaria, que tampoco cuenta con “seguridad” para proteger a sus clientes, lo que la convierte en una vitrina para los ladrones y asaltantes.

Hay cámaras de video en la esquina de Aldama y Miguel Cabrera, pero no protegen a los cuentahabientes de la sucursal bancaria que está a menos de 50 metros.

Vestidos de paisano puede observarse frente al banco a hombres y mujeres que están a la caza de clientes para asaltarlos. Es un lugar ideal para el robo.

El 31 de agosto pasado, día de quincena, afuera del banco ubicado en la calle Miguel Cabrera, frente al expendio de carnes asadas del Mercado 20 de Noviembre, no había ningún policía, los dos que habitualmente se les ve por ahí… desaparecieron.

Los puestos de chachacuales convierten a la primera calle de Miguel Cabrera, y en general a gran parte del Centro Histórico, en un sitio “ideal” para que opere la delincuencia común.

Sin una policía efectiva, nadie, y mucho menos las mujeres, las niñas y los niños, puede alcanzar a un ratero que se pierde entre vendimia y personas.

El recuento es largo. La delincuencia avanza en detrimento de la población que trabaja y padece la crisis.

También en la Alameda de León muchas mujeres son asaltadas aunque lleven su bolso bajo el brazo o pegado al pecho, al igual que sobre la calle de Las Casas, la Central de Abasto o el Periférico, ahora engullido por la ciudad.

“No cargues alhajas porque te las arrancan con todo y oreja”, sigue siendo la advertencia nefasta.

El sentir entre la población es que sigue habiendo un presunto contubernio entre policías y ladrones para permitir los atracos a la población en general.

La impotencia cunde porque fundamentados en la inoperancia policial, las personas asaltadas y agredidas optan por evitar la denuncia y así cualquier delincuente detenido queda libre de inmediato para continuar haciendo daño. Se retroalimenta, en un círculo perverso, la cultura de la indiferencia, de la NO denuncia.

Mientras, los altos funcionarios y jefes policiacos esos sí tienen quien los cuide. Ellos, los privilegiados, son otra historia porque cuentan con guardaespaldas pagados por el pueblo desprotegido.

 

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