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La resurrección del Coplade

Tres años después, el gobierno del cambio en Oaxaca ha considerado que “siempre sí”, que la instancia de coordinación gubernamental debe ser el Comité de Planeación para el Desarrollo (Coplade) y que hay que echar a andar subcomités y consejos microrregionales, debido a que la recomendación de algunos especialistas de altos honorarios para crear supercoordinaciones no sirvieron para gran cosa.

La desaparición del Coplade al inicio del gobierno actual correspondió a la expresión de “borrón y cuenta nueva”. En todo caso, de lo que se trataba era de sanear y regular su funcionamiento, ya que aún cuando Coplade se encontraba institucionalizada, las acciones gubernamentales eran dispersas, fragmentadas, desorganizadas y politizadas.

Además, esta instancia se había vinculado al personalismo de los funcionarios gubernamentales y a sus aspiraciones político electorales en pasadas administraciones.

El actual descubrimiento del gobierno del cambio sobre la falta de coordinación gubernamental no es el hilo negro ni el Coplade una propuesta diferente en materia de rutas para corregir el rumbo del trabajo gubernamental, aunque sí podría indicarse que en términos de diseño institucional es mejor de lo que se ha intentado operar en Oaxaca en el transcurso de estos tres años.

La tardanza no se puede atribuir a la “curva del aprendizaje”, ya que la mayoría de quienes toman decisiones en los primeros niveles del gobierno actual son los mismos que se encontraban en posiciones similares en administraciones pasadas; por lo que ya tendrían que saber que funciona y que no.

Además, porque todas las evaluaciones de políticas públicas y programas de los gobiernos provenientes de distintos partidos políticos, destacando las de Coneval, coinciden en indicar que una de las fallas más importantes es la falta de coordinación de las instancias, así como la dispersión y discrecionalidad en el ejercicio de los presupuestos.

Oaxaca no ha sido la excepción; si en la primera mitad de este gobierno no hubo coordinación con un gobierno federal panista y del gobierno estatal con los municipios de partidos afines, es de suponerse que no será diferente con un gobierno priista.

No hay que perder de vista que los criterios electorales y el interés de recuperación de la plaza oaxaqueña por parte del partido en la presidencia, se antepondrán a las buenas intenciones de quienes creen en la racionalidad de la técnica gubernamental.

Para ello basta observar los perfiles de los delegados de las dependencias federales en donde los criterios políticos se sobreponen a los requisitos de orden técnico.

Así, podría considerarse que en la primera mitad del sexenio habían mejores condiciones para una coordinación efectiva que en esta segunda mitad, cuando el control del presupuesto dependen de un grupo gobernante con mucha experiencia en el control de clientelas.

Cabe recordar que la coordinación interinstitucional e intergubernamental se encuentra recomendada en las agendas públicas desde hace mucho tiempo; por no ir más atrás, con la promulgación de la Ley de Planeación de 1983, hace más de 30 años.

A nivel federal, se dieron 18 años de gobiernos priistas y 12 de gobiernos panistas. Se firmaron distintos convenios de coordinación e infinidad de protocolos, con muchísimas fotografías publicadas en los medios informativos, pero el problema de la descoordinación no ha desaparecido.

Las dificultades de coordinación intergubernamental no dependen únicamente de que los funcionarios de los distintos niveles de gobierno provengan de diferentes fórmulas político-electorales, ya que dentro de una misma plataforma se dan confrontaciones y animadversiones personalistas y facciosas para la asignación del presupuesto.

No hace falta una mirada tan amplia como para darse cuenta que a veces los colaboradores del presidente, del gobernador, o de un secretario, o de cualquier funcionario de nivel medio se la pasan en el intercambio de zancadillas, por lo que un día se avanza un paso, al siguiente se regresan dos.

Por tanto, en esta aventura gubernamental con el nuevo Coplade, si no hay un buen trabajo de tipo político en términos de inclusión, integración, consulta y participación, nada nuevo traerá la integración de los subcomités y de los consejos.

Además, sería sano que el nuevo Coplae no signifique el crecimiento de altos mandos en la burocracia, pues con ello se elevaría el costo de nómina con cargo a nuestros impuestos.

Si no se aprende de las experiencias pasadas, podríamos reincidir en una historia repetida durante mucho tiempo, cuando se acordaba la integración formal de las instancias de coordinación, pero se desintegraban por indicaciones desde arriba cuando no era conveniente la relación entre municipios y sectores de partidos distintos o de corrientes del partido que no eran afines a quién ejercía el poder.

En todo caso, lo que podría ser una contribución al proceso de resurrección del Coplade en el Estado de Oaxaca sería la disposición política para dar a la planeación y programación del presupuesto el carácter que requiere y que éstas se apliquen de acuerdo con las necesidades prioritarias de los distintos sectores de la población oaxaqueña, particularmente de los más pobres.

sociologouam@yahoo.com.mx

 

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