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¿Deberían desaparecer las escuelas normales? (1)

Sin Derecho a Fianza

Desde siempre la labor del magister fue considerada de las más nobles e importantes en el desarrollo de la humanidad, por ello, en los años 60 del siglo XVIII, en Francia se acuñó el término “Normal” para llamar así a la escuela especializada en formar profesores. En 1825 en México se crea la primera escuela normal lancasteriana. Las normales crecieron después de la Revolución y recibieron el respeto al cumplir su cometido, sin embargo, a partir de los setenta del siglo pasado se fueron pervirtiendo sus principios y ahora no son ni la sombra de lo que fueron.

Eran mejores los profesores que egresaban sin cursar la preparatoria que estos que, desde Miguel de la Madrid, egresan con una “licenciatura”. Por supuesto, no es de estas escuelas toda la culpa, a los gobernantes no les ha importado la educación, sólo hay que ver la lista de encargados de la SEP y suponer por qué han llegado ahí.

Los resultados de esa inconsciencia la podemos constatar.Por ejemplo en julio de 2010, la SEP declaró que de 93 normales públicas y privadas ni un solo egresado logró aprobar el examen para obtener un puesto de trabajo en las escuelas de preescolar, primaria y secundaria. Esto de un total de 824 instituciones de educación superior.

A esa vergüenza se le sumó que a 19 mil 214 de los 151 mil egresados de esas escuelas se les impartió un curso de seis meses “para que los futuros maestros aprendieran a sumar, restar, multiplicar, dividir, leer y escribir bien, así como también lo que son las normas básicas y reglamentos del sistema educativo” (El Universal. 19/07/2010).

Ante ese panorama la SEP convocó a promover cursos sabatinos de “regularización” entre los aspirantes a maestros en materias como matemáticas, español y normatividad educativa. Como es corriente, la mayoría de normalistas no hizo el menor caso. El lector recordará la “revolución” que provocaron los estudiantes de Michoacán al negarse a recibir clases de inglés y computación: marchas, manifestaciones, bloqueos y quema de autobuses, policías lesionados. O a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa Guerrero que incendiaron una gasolinera, donde, al intentar impedir la propagación del fuego, murió Gonzalo Miguel Rivas Cámara. Todos gozan de impunidad, ya que, se detuvo a casi medio centenar, pero salieron con una fianza de siete mil pesos.

Al contrario de otras carreras, la magisterial es preferida por jóvenes sin vocación, cuyo interés es tener un empleo para toda la vida, donde casi se cobra sin trabajar (lo hacen 120 días al año), donde no existen castigos para el mal desempeño y donde solucionan el futuro de su hijo, ya que le podrá legar la plaza sin que haya cursado ninguna carrera.

Nuestro estado y el Guerrero, son los únicos donde se contrata de manera automática a todos los egresados de las normales públicas, sin importar sus pésimas calificaciones. Hasta en Chiapas, que hace tiempo estaba por debajo de Oaxaca, los profesores tienen que hacer un examen de oposición para obtener el trabajo. Ahí tuvo un acierto su gobierno al clausurar la normal de Mactumactzá en 2008.

En Oaxaca, los normalistas se han negado a ser evaluados, para ello utilizan un sin fin de razones. En lo que coinciden los analistas en que las escuelas normales son nidos de agitadores, donde se inculca ideología anquilosada, ya rebasada en el mismo socialismo (y peor comprendida, si no, hay que observar que en los plantones cuelgan imágenes de Stalin), los más aguerridos, son premiados por el corrupto sindicato con plazas en las ciudades o cercanas a ellas o incorporados a la plantilla sindical.

Pablo Latapí Sarre, uno de los más importantes estudiosos del fenómeno educativo, señaló en un artículo que tituló “¿Cómo aprenden los maestros?”:

“Hay insatisfacción también respecto a la formación inicial por varias razones:

“Los sistemas de formación inicial no han atendido, por décadas, a los requisitos de ingreso de los estudiantes, principalmente al elemento relacionado con la ‘vocación’ del candidato. Uso el término en sentido riguroso como el conjunto de cualidades, creencias, valores y disposiciones anímicas que conforman la aptitud para el magisterio. Hay dos profesiones, se dice, que requieren ‘vocación’; sin ella se puede ser contador, matemático o comunicólogo, pero no médico ni maestro”.

Latapí echa mano de un estudio de Beatriz Calvo sobre educación normal y control político que concluyó que, en la Escuela Nacional de Maestros “las dos terceras partes de los estudiantes confesaban haber elegido la carrera por sus ventajas materiales y prácticas (carrera corta que les daba el diploma de bachillerato y el de maestro de primaria, les aseguraba una plaza federal con sueldo y prestaciones de por vida, o por haber sido ésta la decisión de sus padres), y sólo 37.5% estudiaba ‘por vocación al magisterio'”.

Sobre si sería su trabajo permanente: “36.4% opinó que pensaba abandonarlo y 27.3% que planeaba combinarlo con el estudio y ejercicio de otra carrera. Se señala también la incapacidad del currículum para proporcionar una formación humana integral y de verdadera calidad, que desarrolle las destrezas intelectuales básicas –de análisis, síntesis, relación, inferencia, comunicación, etcétera–, los valores, la autoestima, la madurez emocional y las relaciones interpersonales.

“Y finalmente se critica la endogamia de la formación docente, que produce una estrechez mental y cerrazón defensiva a los conocimientos de otros campos disciplinarios; una especie de blindaje a aprender cosas diferentes, y una peculiar forma mental que privilegia el cumplimiento de lo prescrito y busca la seguridad en la ejecución de recetas, sin recurso a la reinterpretación significativa de lo que se ordena”.

“SOLO BUSCAN LA PLAZA DE POR VIDA”

Los especialistas en educación, coinciden en que la mayoría de estudiantes ingresa a una normal sólo por conseguir una plaza de maestro, es decir, para tener un empleo de por vida. Por eso los resultados: en septiembre de este año, la SEP señaló que, según sus estadísticas, sólo 33 por ciento de egresados de las normales públicas es capaz de dar clases, 67 por ciento de nuevos profesores no tiene un nivel aceptable de desempeño frente a un grupo; por eso los capacitan después de egresar.

Eso nos lleva a preguntarnos, ¿no sería más fácil y menos oneroso para el Estado, recibir a jóvenes con preparatoria, capacitarlos seis meses y entregarles su plaza? Así se evitarían esos gastos (no inversión) de las normales, que como se ve, son semilleros de activistas, que se suman a los criminales de la sección 22, antes de ser sindicalizados. O incorporar las carreras magisteriales en una universidad.

Cuatro meses antes, la SEP informó que en las escuelas normales es donde “está el abandono de la educación”, porque “apenas el uno por ciento de los 445 planteles tiene el ‘perfil’ deseado de calidad establecido por la Secretaría de Educación Pública (SEP)”. (El Universal.15/05/2013).

También se informó que la baja formación de los estudiantes de 93 de las 445 normales públicas y privadas del país “ha provocado que sus egresados no puedan obtener una plaza en el concurso de maestros en los últimos años”, claro, se refiere al resto del país, porque en Oaxaca, sepan leer o no, los nuevos profesores obtienen su plaza.

Por cierto, en México, en todas las carreras existen reprobados, jóvenes que no pueden egresar porque no pudieron con el peso escolar, sin embargo, en Oaxaca, todos los que ingresan, a menos que mueran o decidan salir por su cuenta, obtienen un título.

Pero por lo que reconocemos a los normalistas es por causar desmanes, robar autobuses (aunque en la prensa se use un eufemismo: “secuestrar”), bloquear carreteras, secuestrar funcionarios, quemar y destrozar propiedad privada y acosar y discriminar a los estudiantes que se niegan a ser cómplices de sus actos criminales, como ocurre en la Normal del Istmo (ENUFI).

No obstante, hay voces que señalan que se deben articular las normales al plan de estudios de preescolar, primaria y secundaria, y regresar su administración a la Subsecretaría de Educación Básica, no cómo ahora que es la subsecretaría de Educación Superior, considera Manuel Gil Antón, investigador del Colegio de México; y atender especialmente a las 19 normales rurales, algunas de las cuales, ubicadas en las zonas más pobres del país, representan focos rojos “pues ahí se ubican los estudiantes que no logran pasar los exámenes como consecuencia de las condiciones sociales y la infraestructura precaria”. Señala que se requiere diseñar un plan de “jubilación digno” para los maestros de esas escuelas e impulsar la capacitación de los maestros de docentes.

Gila Antón coincide con un planteamiento de Pablo Latapí Sarre, quien, en el 2003, en el aniversario 35 de la Escuela Normal Superior del Estado de México, señaló:

“Desafortunadamente el Programa para la Transformación y el Fortalecimiento Académicos de las Escuelas Normales vigente no llegó a las raíces de estas deficiencias; ha ampliado los recursos materiales de las instituciones, mejorado notablemente sus bibliotecas y equipamientos electrónicos y propuesto un currículum que, aunque discutible, es al menos más coherente con los planes y programas en vigor; pero no se propuso renovar a fondo (inclusive contemplando la jubilación anticipada en algunos casos) plantas docentes anquilosadas ni introducir mecanismos auténticamente universitarios de evaluación externa de profesores y estudiantes, o de evaluación y acreditación de las instituciones”.

Latapí agregó que los modelos de formación y actualización magisterial muestran “síntomas de agotamiento, dispersión y, en cierto sentido, de derrota” y que la UPN “no acaba de encontrar su lugar y desempeña funciones de docencia e investigación escasamente pertinentes a sus propósitos originales”. Pero, también que, “no hay aún consensos sobre los caminos que debamos emprender en el futuro en esta materia ni un claro liderazgo de parte de las autoridades”.

En la práctica, las normales no sirven porque producen profesores que no saben enseñar: según los resultados de la prueba PISA que se acaban de publicar, en lectura estamos por los suelos y el 55 por ciento de los alumnos mexicanos no alcanza el nivel de competencias básico en matemáticas, es decir, jóvenes de 15 años no son capaces de realizar los cálculos aritméticos más elementales para la vida diaria.

Gabriela Ramos, directora de Gabinete de la OCDE, declaró: “Si seguimos al mismo ritmo, al país le llevaría más de 25 años alcanzar los niveles promedio actuales de la OCDE en matemáticas, y más de 65 años en lectura” (El Universal. 02/12/13).

Gil Gamés, del diario La Razón, es más radical, hace meses, a raíz de los disturbios de los normalistas en Oaxaca que exigían plazas, él afirmó:

“Gil cerró los ojos y pidió un deseo. Que desaparezcan las Normales. Todos saldríamos gananciosos. Primero desaparecerían muchos maestros que no saben nada más que robar camiones; en segundo lugar, con la desaparición de esas escuelas que producen maestros infames, los niños se liberarían de un veneno terrible; en tercer lugar, no ocurrirían paros, secuestros, bloqueos, en fon. ¿Para qué sirven las Normales? La verdad, no nos engañemos, hasta ahora, no sirven para nada”. (15 de marzo de 2013).

 

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