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En el campo de futbol existe una lección moral, según el escritor Rafael Pérez Gay

OAXACA, OAX., mayo 5.−“En el campo de futbol encuentras a todos los personajes que hallas en la vida: el generoso, el traicionero, el envidioso, el talentoso –casi genial−, el que trabaja para los demás y el que lo hace para él mismo”, asienta el escritor Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957), autor de “El cerebro de mi hermano” (Seix Barral), libro que presentó recientemente en esta capital.

De modo tal que, precisa, “existe una lección moral en el campo de futbol”.

No por nada, el escritor Albert Camus, premio Nobel de Literatura 1957, quien jugaba como portero en el Racing Universitario de Argelia, alguna vez dijo, palabras más o menos, que las grandes lecciones morales las había recibido en una cancha de futbol.

Y también no por nada, como registra el escritor uruguayo Eduardo Galeano en “La pelota como bandera”, “el futbol y la patria están siempre atados”.

Como en aquel histórico equipo Dínamo de Kiev de la II Guerra Mundial:

“También para los nazis –relata Eduardo Galeano−, el futbol era una cuestión de Estado. Un monumento recuerda, en Ucrania, a los jugadores del Dínamo de Kiev de 1942. En plena ocupación alemana, ellos cometieron la locura de derrotar a una selección de Hitler en el estadio local. Les habían advertido:

−Si ganan mueren.

“Entraron resignados a perder, temblando de miedo y de hambre, pero no pudieron aguantarse las ganas de ser dignos. Los once fueron fusilados con las camisetas puestas, en lo alto de un barranco, cuando terminó el partido”.

A Rafael Pérez Gay lo llevó su padre al entonces recién inaugurado Estadio Azteca en 1966. No pudieron asistir al partido América contra Torino, pero sí al de Necaxa frente al Sevilla: por lo tanto, “me volví necaxista para siempre”. También practicó futbol, fue medio de contención: “no jugaba mal; al contrario, lo hacía bien”.

Pero lo que más le gusta del futbol, platica, es ese momento de trance que también se vive en la escritura y cuando se hace el amor, por ejemplo.

Es decir, ese trance placentero al que entras cuando “generas muchísima endorfina y dopamina”.

Y lo que menos le gusta hoy de dicho deporte al autor de “Sonido local, piezas y pases de futbol” (Cal y Arena, 2006) y del ensayo “Aficionados hacia la infelicidad”, quien ejerció el periodismo deportivo en los mundiales de Estados Unidos, Francia y Corea-Japón, es que la Selección Mexicana no haya superado lo que se llama “la autoridad del fracaso”.

La Selección Mexicana de futbol, comenta, había sido un rotundo fracaso durante toda su historia. Hasta los años ochenta y noventa, cuando la dirige César Luis Menotti e incluso en tiempos de Miguel Mejía Barón, momento en que llega a la final de la Copa América 1993 y pierde contra Argentina con goles de Gabriel Batistuta.

Se pensaba que ya era competitiva, jugaba en mundiales contra Holanda y le empataba y se enfrentaba a Alemania y casi le ganaba… Pero ahora, después del paso del “Chepo” de la Torre, regresó a una etapa que parecía superada.

Así, al Mundial de Brasil 2014, asistirá una Selección Mexicana que “no ha funcionado ni funciona”.

Para que la situación cambie, expone Rafael Pérez Gay, tendría que “haber un cambio muy fuerte en la Federación Mexicana de Futbol, que es una cueva de bandidos”. Mientras, asegura, seguiremos teniendo una “gran industria con un producto mediocre”.

 

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