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Con su Martes Santo celebra Xochimilco la pervivencia de su identidad como pueblo

OAXACA, OAX., abril 15.−Bien dice el antropólogo Alfredo López Austin, palabras más o menos: una tradición no es un pasado muerto, sino un presente vivo que sus propios hacedores culturales crean y recrean: y qué mejor ejemplo que el Martes Santo que se efectúa este día, a partir de las 16 horas, en el atrio de la parroquia del barrio más antiguo de la ciudad de Oaxaca, el de Xochimilco.

El Martes Santo o “La Bendición de las Aguas” del barrio de Xochimilco engloba varias peculiaridades, entre otras: es una tradición con alrededor de 200 años de antigüedad, aunque existen registros tangibles de ella sólo a partir de la Revolución mexicana; representa la fortaleza identitaria de una comunidad de origen mexica que dio pie, en 1486, a la fundación de la ciudad de Oaxaca, y la conservación de su historia oral que ha pasado de generación en generación; y, aunque tiene su raíz en el fervor religioso, constituye, en realidad, una fiesta de pueblo.

El barrio de Xochimilco, explica el escritor Víctor Armando Cruz Chávez, nativo de tal comunidad, se formó luego que las avanzadas mexicas tomaron, allá por 1486, el ahora llamado Cerro del Fortín: es, sostiene, el barrio fundacional de la capital oaxaqueña, junto con Jalatlaco.

Aunque hoy, “Xochimilco, más que Jalatlaco, es el único que se honra de conservar una serie de expresiones tradicionales que son parte de su identidad; el cariz de un pueblo −que lo era totalmente hasta 1926, cuando se integró a la ciudad de Oaxaca, año en que dejó de ser un municipio independiente− que hoy, en muy buena medida, lo sigue siendo”.

Este barrio, expone Noé Hernández, presidente del Comité de Vida Vecinal de Xochimilco, “se caracteriza por conservar sus costumbres y tradiciones, y una de las que tenemos muy arraigadas es, precisamente, el Martes Santo, también llamado la ‘Bendición de las Aguas’: ella nació porque hace mucho tiempo, venían aquí las personas de Oaxaca a adorar al Señor de las Tres Caídas. Entonces, conforme iban llegando al barrio la gente salía y, en agradecimiento a su visita, les regalaban agua”.

Y se fue haciendo una tradición que, señala Amado Pérez García, integrante de la Cofradía de Mayordomos del barrio de Xochimilco, aunque se realiza en el atrio de la parroquia, constituye “una fiesta de pueblo, manejada por la comunidad, en la que la Iglesia participa sólo con la bendición de las aguas; es muy diferente a La Samaritana, la cual, esa sí, tiene un motivo propiamente evangélico”.

Como Jalatlaco, “Xochimilco también ha comenzado a desfigurarse por un proceso de uso de suelo que ha afectado mucho la vida de la comunidad: todavía 30 años atrás a una cuadras de la parroquia empezaba el monte, grandes zonas de lomas. Un elemento que afectó mucho fue la carretera Internacional construida en1944-45, cuando se partió al barrio en dos”.

De tal manera que hoy “en la parte sur ya son muy escasas las familias nativas y casi inexistente la integración y conservación de las raíces, como aún sucede en el lado norte”.

En esta parte, las tradiciones se han conservado “de generación en generación: podemos decir que somos un pueblo dentro de la ciudad. Las mayordomías, por ejemplo, pasan de abuelos a padres y a hijos”.

Además, “recuperamos la tradición, la historia oral: involucramos a los jóvenes en la dirigencia de la Cofradía de Mayordomos; rescatamos el conocimiento de ancianos de cien años de edad y con eso trazamos los lineamientos de lo religioso”, digamos.

Todo eso y más engloba el Martes Santo, el cual, en esta ocasión tiene una sorpresa: la remodelación del atrio de la parroquia que hoy encabeza el sacerdote Wilfrido Mayrén, misma que fue posible al apoyo de la Fundación Harp Helú, vía la intervención de Pina Hamilton.

 

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